La única justicia que contentaría a Ameneh Bahrami, una iraní víctima de un ataque con ácido, es que su agresor quede ciego y con el rostro desfigurado, como ella. En 2004, Bahrami era una joven atractiva de 24 años, que acababa de terminar estudios de ingeniería en la universidad y que había comenzado a trabajar un un laboratorio de Teherán, la capital de Irán.
0 Comentarios