Su experiencia con la enfermedad les permitió tener mayor empatía con
los enfermos y ayudarlos durante el diagnóstico y tratamiento.
Cuando las nuevos pacientes se preocupan por no
saber cómo superarán el cáncer de mama, Cindy Davis toma su mano y les
dice: “Lo sé, pero quiero decirte que realmente lo sé, porque pasé por
esto hace dos años”.
“Sus ojos se iluminan y me preguntan ¿En verdad?’”, dice Davis, de 54
años. “De repente, soy un ser humano. Ya no sólo la enfermera”.
Tener cáncer de mama no detuvo a Davis para que siguiera con su
trabajo en el Departamento de Oncología Médica del Centro de Cáncer
Anderson en la Universidad de Texas, en Houston. Tampoco detuvo a la
doctora Kimberly Allison, una patóloga de la Universidad de Washington a
quien se le diagnosticó cáncer de mama, una condición por la que pasan una de cada 8 mujeres.
Estas dos mujeres continuaron con sus esfuerzos para mejorar la salud
de otros mientras pasaban por una terapia de cáncer ellas mismas. La
enfermedad cambió la forma en que ven su trabajo y les permitió entender
a los pacientes de una nueva forma.
"Hubo momentos en que lloré con los paciente. Lloras con ellos, rezas
con ellos, compartes su esperanza. Rezas por sus familias. Es un
trabajo difícil, pero es muy gratificante”, dice Davis.
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