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La violencia infantil puede generar enfermedades mentales futuras

Los menores que viven situaciones de abuso físico muestran la misma actividad cerebral que los soldados expuestos al combate. Sus actitudes están orientadas a la detección de amenazas.

En un estudio publicado en la revista Current Biology, los investigadores emplearon pruebas cerebrales para evaluar el impacto del abuso físico o la violencia doméstica sobre el desarrollo emocional de los niños y hallaron que estaba relacionado con una mayor actividad en dos zonas del cerebro.

Estudios previos que controlaron los cerebros de soldados expuestos a situaciones violentas de combate mostraron el mismo patrón de actividad elevada en estas dos regiones -la ínsula anterior y la amígdala-, que los expertos indican que están asociadas con la detección de posibles amenazas.

Esto sugiere que tanto los chicos maltratados como los soldados se habrían adaptado para estar "hiperatentos" al peligro en su ambiente, informaron los investigadores.

"La reacción mejorada a una  amenaza como el enojo representaría una respuesta adaptativa de estos niños en el corto plazo, lo que los ayuda a mantenerse alejados del peligro", manifestó Eamon McCrory, del University College de Londres, quien dirigió la investigación.

Pero el experto añadió que este tipo de respuestas también estarían mostrando un factor de riesgo neurobiológico subyacente que incrementa la susceptibilidad del niño a enfermedades mentales futuras, como la depresión. La depresión ya es una de las principales causas de mortalidad, discapacidad y carga económica a nivel mundial, y la Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé que para el 2020 será el segundo contribuyente más importante a la carga global de enfermedad en todas las edades.

Se sabe que el maltrato infantil es uno de los factores ambientales de riesgo más potentes relacionados con los problemas de salud mental a futuro, como los trastornos de ansiedad y la depresión.

Un estudio publicado en agosto reveló que las personas que padecían maltrato en la niñez eran dos veces más propensas que aquellas con infancias normales para desarrollar depresión persistente y recurrente, y menos proclives a responder bien o rápidamente al tratamiento para su enfermedad mental.

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