La intención de EE.UU. de alejarse de la teoría de contrainsurgencia, invasiones por tierra y ocupación de territorio es real.
Agunos piden reducir el número de tropas a los niveles del 10 de septiembre de 2001.
Sin embargo, los cuestionables resultados de las operaciones en el terreno y el agotamiento de los recursos de EE.UU., han provocado que eso ya no sea así. La situación ha cambiado tanto, que el entonces secretario de Defensa, Robert Gates, dijo a los estudiantes que se graduaron en 2011 en West Point (la academia militar más antigua del país) que cualquier líder futuro que contemplara el envío de hombres y mujeres jóvenes a ocupar una sociedad del Medio Oriente "debía examinarse la cabeza".
La propuesta del Pentágono reduce el número de tropas de tierra de nuevo a 520.000. Otros incluso piden ir más lejos, a los niveles del 10 de septiembre de 2001.
A propósito, Charles Knight, del Proyecto sobre Alternativas de Defensa, señala que llevar a cabo una ocupación grande con ese número de soldados requeriría la activación de la Guardia Nacional y la Reserva, y además de que se tendría que exigir un mayor nivel de compromiso de la sociedad, incluso con un servicio militar enteramente compuesto por voluntarios.
La tendencia a realizar operaciones irregulares con las fuerzas especiales, aviones no tripulados y última tecnología de vigilancia aumentará.
El documento de revisión de la estrategia mantiene un arsenal nuclear.
El reportero de tecnología del Pentágono, Spencer Ackerman, sugiere que se pondrá un mayor énfasis en la inteligencia y en las "herramientas de espionaje", incluyendo los aviones no tripulados, las operaciones especiales letales y las armas cibernéticas ofensivas y perturbadoras.
En 2009, Obama se comprometió en Praga a reducir el papel de las armas nucleares en la estrategia estadounidense y avanzar hacia su eliminación. Esa promesa comenzará a tener fuerza en la práctica.
Stephen Young, de la Unión de Científicos Preocupados, describe el futuro de las armas nucleares como "prudente pero sugerente". El documento de revisión de la estrategia mantiene un arsenal nuclear, pero apunta a su reducción, diciendo que "es posible conseguir nuestros objetivos de disuasión con menos armas nucleares".Pero, ¿qué significa eso en la práctica?
En el corto plazo, es algo que provocará la decepción de la derecha estadounidense que ha abogado por una fuerte inversión en nuevas bombas nucleares e incluso porque se reanuden las pruebas.
A largo plazo, muchos generales del Pentágono -especialmente aquellos que no estén al mando de submarinos, misiles o aviones bombarderos nucleares- estarán dispuestos a considerar la reducción de la "tríada" nuclear.
También hay actores influyentes en la esfera nuclear que han estado dispuestos a retirar las armas.
La huella de EE.UU. en Europa -y en otras partes- será menor y más difusa, pero aún visible.
El cambio será gradual. El porcentaje de reducción propuesto actualmente es del 8%.
Al mismo tiempo, EE.UU. está reforzando el despliegue y las instalaciones navales en el Golfo Pérsico y colocando a 2.500 infantes de marina en Australia.
Esa presencia -que permite que contingentes más grandes puedan llegar y volver a desplegarse cuando sea necesario- probablemente se volverá más común en el futuro.
La reciente dependencia de portaaviones en el Mediterráneo y en las bases aéreas de la OTAN en el sur de Europa para la operación de la OTAN en Libia son un recordatorio de que el continente sigue siendo un sitio importante de apoyo.
En otras palabras, el cambio será gradual. El porcentaje de reducción propuesto actualmente es del 8%. El cambio que se registró al final de la Guerra Fría, comenzando durante el gobierno de Ronald Reagan se acercó al 25% y coincide con las reducciones registradas en Europa durante los últimos años.
De igual forma, tal y como lo anunció Obama esta semana, las fuerzas armadas de EE.UU. seguirán siendo mayores que la suma de los 10 países que le siguen en la lista.
Heather Hurlburt es directora ejecutiva de la Red de Seguridad Nacional en Washington. Entre 1995 y 2001, se desempeñó en el gobierno de Bill Clinton como escritora de discursos para el presidente y los secretarios de Estado, Madeline Albright y Warren Christopher.
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