Metan a un hombre cuerdo (o a una mujer, pero si es así entonces
habrá problemas) en un una habitación acolchada por harto tiempo y él o
ella eventualmente enloquecerá un poco.
Lo mismo parece aplicarse a los viajes aéreos.
Pongan a alguien en un avión y la sanación innatural de volar por el
cielo parece hacernos comportar de manera extraña: de repente las reglas
normales de comportamiento aceptable se pierden.
Aquí hay algunas cosas que muchos de nosotros hacemos en un vuelo,
pero que en tierra evitaríamos tanto como una recaudación de fondos para
Rush Limbaugh.
Tomar jugo de tomate
La payasada más incomprensible que una persona de buen gusto hace en los aviones es expresar su necesidad de beber tomates.
Uno nunca bebe eso, jamás, en la vida normal. ¿Por qué se vuelve irresistible en los aviones?
Es un producto para ensaladas de sabor aceptable, incluso cuando está acompañado de aguacate y remolacha.
Acepto que yo también he sido víctima de la “conspiración del jugo de
tomate”. Sin embargo, en mi caso el jugo siempre viene con vodka,
tabasco, salsa de Worcesteshire y un poco de apio (lee más abajo).
Hacer sentadillas y flexiones en público
Sí, sí, no quieres terminar con una trombosis en las venas, necesitas ejercitarte, debes estirar las piernas.
No estoy diciendo que no lo deberías hacer, sino que se ve raro.
Y si tienes que hacerlo, ¿puedes por favor hacerlo sin acercar tus pies olorosos y sudorosos a mi rostro?
Emborracharse a las 10 a.m.
Algunas personas dicen que la única forma en que pueden sobrevivir a
un vuelo de 12 horas en clase turista sin volverse un asesino de niños
es beber alcohol. Mucho alcohol.
De seguro. Y si uno ya desayunó, entonces hay que ponerse en la tarea.
Si un extraño puede ignorar a sus niños gritones mientras trata de
hacer un hueco a través de mi silla para poder sacarme el corazón,
entonces yo puedo defenderme (y a ellos) de la ira que crece dentro de
mí.
Esto no es una lista de lo que uno no debe hacer. Es una lista de
observaciones, y yo me he observado a mí mismo emborrachándome cada vez
más, con mayor facilidad, para que el sujeto gordo que duerme y babea
sobre mi hombro se pueda volver gracioso.
Leer libros malos
Hay dos puntos de vista acá. Los vuelos tienen el efecto extraño de
hacer que las personas que nunca leen de repente quieran parecer grandes
lectores.
Es casi como cuando esos que nunca comen ensaladas deciden que un
pequeño vaso de jugo de tomate es lo apropiado para ese momento (lee más
arriba).
Así que está bien.
Pero los vuelos también hacen que los lectores de verdad, que
disfrutan pasar un par de horas cada fin de semana con Hemingway,
Dickens o Joyce, de repente lean Mi madre era una lavadora o Yo.
Busquen ese libro, Yo. Es real. Es de Ricky Martin. Ya he dicho suficiente.
Ir al baño para cambiar de ambiente
La mayoría de las veces el protocolo para ir al baño es entrar, evacuar y salir.
Sin embargo hay algo que tienen los claustrofóbicos baños de los
aviones y su exceso de productos y de estantes que los hace lugares
atractivos para simplemente estar un rato ocasionalmente.
Quizá sea la privacidad. Quizá sea para escapar de esos niños chupa-vidas y esos aficionados al yoga de pasillo.
O quizá sea sólo yo.
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