A
pesar de las tensiones políticas de la época; aunque la economía no
pasaba por sus mejores momentos; e independientemente de los conflictos
militares, los madrileños sabían disfrutar,
entretenerse y vivir en una ciudad que se transformaba a un ritmo
trepidante allá por los años 20 del siglo pasado. «Los madrileños eran
modernos, abiertos, dispuestos a romper con lo tradicional. Y, a pesar
de que también les influían las tensiones políticas, constituían una
sociedad vital y alegre».
Así
lo indica el historiador José María Báez, quien ha puesto al
descubierto los secretos de los espectáculos de masas por los que los
madrileños llegaban a desvivirse entre los años 20 y los 30. Y lo ha
hecho a través de una recopilación de numerosas fotografías,
historias y documentos que verán la luz a finales de este mismo mes en
el libro «Fútbol, cine y democracia» (Alianza Editorial).
La
obra servirá a los madrileños de toda la vida y a los que han acabado
viviendo en Madrid para comprobar cuáles eran los espectáculos que
generaban mayor entusiasmo.
El origen, en el fútbol
El primero de ellos,
tal y como ocurre hoy en día, el del fútbol. El libro arranca en 1923,
cuando se produjo la apertura del Estadio Metropolitano. Este campo
podía congregar hasta 23.000 personas, de cualquier clase social o
ideología política. Un ejemplo más del proceso de democratización que
suponía, a juicio de José María Báez, la apertura de estos grandes espectáculos de masas: «La clave se encuentra en el concepto del consumo. Pasó de ser algo negativo entre los madrileños a un elemento de disfrute».
La
construcción de otros estadios; la maquiavélica negociación entre los
empresarios para llevarse al Real Madrid o al Atlético de la época a uno
u otro lugar de juego; o las avalanchas de seguidores que se producían
justo antes de que comenzara el partido son algunos de los pasajes en
los que se detiene Báez para dar a conocer esta realidad poco actualizada de los madrileños de hace 80 años.
También
el cine constituyó un elemento democratizador de la sociedad madrileña
de la época. La apertura del Monumental Cinema, con capacidad para 4.000
personas, supuso el pistoletazo de salida para la construcción de
grandes salas cinematográficas, sobre todo en la Gran Vía.
El
libro del historiador Báez, que parte de su tesis doctoral en la
Universidad Carlos III, también se detiene en otros muchos espectáculos
de masas que hacían las delicias de los ciudadanos.
Por ejemplo, los toros, en una ciudad en la que llegaron a convivir
varios cosos (Carabanchel, Vallecas, Ventas…) y a los que los taurinos
se dirigían para compartir grandes tardes de gloria, olvidándose de los
problemas políticos de la época. Los teatros, el circo, los espectáculos
musicales y hasta la importancia de la radio o la prensa como elementos
democratizadores completan este libro en el que se muestra el reflejo
de una sociedad participativa, con mucho poder de convocatoria. «Tenemos
la idea de que los espectáculos de masas se desarrollaron después de la
guerra civil, pero, en realidad, ya venía desde mucho antes», indica
Báez.
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