Nota del editor: El médico Charles Raison es profesor asociado de Psiquiatría en la Universidad de Arizona en Tucson.
— En los primeros días de la
psiquiatría casi toda enfermedad mental, desde la depresión, pasando
por la esquizofrenia hasta el autismo, era ocasionada por una mala
madre.
En las décadas de los 60 y 70, el descubrimiento de medicamentos
para estas enfermedades permitió a los psiquiatras replantearlas como
condiciones biológicas, nada distintas del cáncer o de las enfermedades
del corazón. Los padres fueron absueltos totalmente de las
enfermedades mentales de sus hijos, salvo en la medida en que les
transmitieron genes malos que causaron el desequilibrio químico en el
cerebro.
Los mitos inevitablemente sobreviven, a pesar de que han sido
refutados científicamente. Tal es el caso de la fantasía de que las
enfermedades mentales se deben únicamente a los genes y a los químicos. A
lo largo de la última década, una cadena de descubrimientos
científicos ha demostrado que la biología que lleva a una enfermedad
mental tiene tanto que ver con el ambiente como con los químicos y la
herencia genética. Y cada vez más, parece que el factor ambiental más
poderoso es el amor —o la falta de éste— que los niños reciben de sus
padres. Así que de una manera muy real, los padres de nuevo somos
responsables del bienestar emocional de los hijos.
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