Pocas estructuras modernas han inspirado tantos poemas, suspiros o fotografías como este puente de tono anaranjado, cuyo elegante perfil enmarca el skyline de San Francisco y los imponentes cabos del condado de Marin. Casi como la expresión de la perfecta armonía entre hombre y naturaleza.
Sin embargo, su historia podría haber sido muy distinta. Las primeras propuestas para su construcción se realizaron en 1916, pero aunque San Francisco era en aquella época la ciudad estadounidense de mayor tamaño que aún seguía utilizando ferrys para cruzar masas de agua, se necesitaron más de 20 años entre diseño, litigios, lobbying, recaudación de fondos y construcción hasta que la estructura pudo completarse.
La marina estadounidense temía que el puente obstaculizara la navegación y que, si se produjera un accidente, quedarían bloqueados los importantes puertos de la bahía. Por su parte, los amantes de la naturaleza criticaron el Golden Gate como una mancha en el magnífico paisaje de la región, las compañías navieras predecían que destruiría la industria de los ferrys y los escépticos se mofaban de que nunca atraería el suficiente tráfico para justificar sus elevados costes.
Para muchos ingenieros, el problema era sencillamente que la distancia de tensado, unos dos kilómetros, era demasiado grande, y las aguas demasiado profundas, para que el puente fuera factible.
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