La sociedad y el Gobierno entienden que esa institución amerita de una reforma que redefina su actuación
Hace muchos, pero muchos años que en la Policía no se veía una
situación como la que estamos viviendo ahora”. La expresión es de un
oficial superior del llamado cuerpo del orden público, y parece resumir
el grado de frustración y preocupación que existe actualmente en la
institución responsable de garantizar y preservar la seguridad ciudadana
en República Dominicana.Y la intranquilidad no es para menos. Es que,
como versa el dicho popular, en las últimas tres semanas a la Policía
“le han caído todos los palitos encima”, al verse sacudida por acciones
que no solo revalidan viejas críticas a la conducta de sus miembros,
sino que ponen a prueba su capacidad para manejar escenarios que
trascienden su responsabilidad habitual y desvelan prácticas que
envuelven pugilatos soterrados por la supremacía en la cúpula policial.
Cuando el mal manejo de oficiales superiores y subalternos segó la vida del estudiante de medicina William Florián Ramírez, en una protesta en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), ya la Policía estaba en la mirilla de una opinión pública ofendida por la forma en que se comportaron los agentes participantes en un allanamiento a la casa de un expolicía en el sector de Herrera, en la capital.
En esta acción combinada del Ministerio Público y la Policía, murió acribillado, de 15 balazos, el fiscal Omar Álvarez, adscrito al Departamento de Falsificaciones de la Fiscalía de Santo Domingo. A Álvarez lo mataron delante de agentes que no movieron ni un solo dedo para impedir que este servidor público pereciera.
Del asesino de este miembro del Ministerio Público, el exoficial retirado de la Policía Charlis Muñoz García, se dijo que era compinche de policías de distintos rangos que solían visitarlo para comer chivos y gallinas, de los mismos animales que tenía en el tercer nivel de su casa y que eran igualmente objeto de la requisa que degeneró en tragedia.
Cuando el mal manejo de oficiales superiores y subalternos segó la vida del estudiante de medicina William Florián Ramírez, en una protesta en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), ya la Policía estaba en la mirilla de una opinión pública ofendida por la forma en que se comportaron los agentes participantes en un allanamiento a la casa de un expolicía en el sector de Herrera, en la capital.
En esta acción combinada del Ministerio Público y la Policía, murió acribillado, de 15 balazos, el fiscal Omar Álvarez, adscrito al Departamento de Falsificaciones de la Fiscalía de Santo Domingo. A Álvarez lo mataron delante de agentes que no movieron ni un solo dedo para impedir que este servidor público pereciera.
Del asesino de este miembro del Ministerio Público, el exoficial retirado de la Policía Charlis Muñoz García, se dijo que era compinche de policías de distintos rangos que solían visitarlo para comer chivos y gallinas, de los mismos animales que tenía en el tercer nivel de su casa y que eran igualmente objeto de la requisa que degeneró en tragedia.
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