La dieta puede reducir en un 50 % las posibilidades de sufrir la patología.
Es un círculo vicioso. Si te deprimes, comes más,
y si ingieres una mayor cantidad de alimentos existe un mayor riesgo de
depresión. En esta explosiva asociación no se sabía aún muy bien cuál
era el factor determinante. O, lo que es lo mismo, ¿qué fue primero, el
huevo o la gallina? Un equipo de científicos de la Sociedad Española
para el Estudio de la Obesidad (Seedo), liderado por Miguel Ángel
Martínez-González, acaba de encontrar la respuesta: la dieta. Una
alimentación sana reduce entre un 40 % y un 50 % el riesgo de depresión.
Y al contrario, un desequilibrio alimentario dominado por la comida
rápida incrementa las posibilidades de sufrir la patología.
Dicho también de otra forma: la dieta previene la depresión. El estudio, Dieta, ¿una nueva forma de prevenir la depresión?, ha sido publicado en la revista científica BMC Medicine
y es el resultado del seguimiento de 10.000 personas durante siete
años. Ninguna de ellas, antes del inicio del análisis, presentaba el
mínimo signo de depresión, patología que acabaron adquiriendo 500 de los
examinados, justamente los que presentaban peores hábitos alimentarios.
«La dieta es para prevenir, pero no para curar,
por lo que en ningún caso la gente que está a tratamiento debe sustituir
los fármacos psiquiátricos por una dieta saludable», advierte de inicio
Miguel Ángel Martínez-González, investigador en la Universidad de
Navarra. Pero hecha esta precisión, lo que se ha probado es que
alimentos como frutas, cereales, legumbres, frutos secos, pescados,
verduras y, en especial, el aceite de oliva constituyen un buen antídoto
contra el mal del alma. Ni más ni menos que la dieta mediterránea de
siempre. También se ha certificado que un vaso de vino tinto en las
comidas, solo uno, reduce la prevalencia de la patología por su
contenido en polifenoles.
Pero ¿por qué este efecto benéfico? Aquí entran
en juego los mecanismos biológicos del organismo, que han sido objeto de
otros estudios aún pendientes de conclusiones, aunque lo que se ha
visto hasta ahora es que los alimentos saludables inducen en el
organismo reacciones químicas que contribuyen a un mejor funcionamiento
de neurotransmisores vitales para el buen estado del ánimo como la
dopamina o la serotonina. «La oleamida, por ejemplo, que es un compuesto
del aceite de oliva, mejora la unión de la serotonina con sus
receptores», apunta Martínez-González, quien asegura que son ya
múltiples y variados los estudios científicos que indican que la dieta
mediterránea aporta «los veinte micronutrientes esenciales para que el
organismo funcione, ya que está mejor nutrido y protegido ante las
enfermedades».
Atracones de ansiedad
En el extremo contrario, los investigadores han
visto cómo la carne procesada, como puede ser en hamburguesas o
salchichas, y los productos de bollería industrial, por su alto
contenido en grasas trans, inducen a la depresión. A su vez, las
personas deprimidas sufren ansiedad, lo que a menudo se traduce en un
trastorno por atracón, un episodio en la que una persona puede ingerir
más de 5.000 calorías en un momento. «La depresión también suele
conducir a hábitos dietéticos más pobres», precisa Martínez, lo que
también acaba derivando en un problema añadido, que no es otro que la
obesidad.
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