Inocular a bebés recién nacidos por cesárea con fluidos vaginales de la madre podría prevenir ciertas enfermedades, entre ellas alergias como el asma. Esta es la hipótesis detrás de un experimento que se está llevando a cabo en Puerto Rico y que tiene en vilo a toda la comunidad de científicos que trabaja en el estudio de la microbioma humana y su relación con la salud.
Esa hipótesis está basada en la evidencia de que el pasaje del bebé por el canal de parto de la madre lo inocula con bacterias que son beneficiosas en la formación de su propia microbioma y el desarrollo de su sistema inmunitario.
"Las vaginas de las mamás cambian durante el embarazo, y todas convergen hacia aumentar los Lactobacillus y Bifidobacterias", explica a BBC Mundo la microbióloga venezolana María Domínguez Bello, quien está a cargo del experimento y es investigadora de la Universidad de Nueva York.
Esas bacterias cumplen una serie de funciones. Por un lado, ayudan a digerir la lactosa de la leche, que es lo único que toma el bebé durante la mitad del período total de lactancia; y "la leche materna promueve el crecimiento de microbios beneficiosos en el bebé", agrega Lita Proctor, coordinadora del Human Microbiome Project (Proyecto Microbioma Humano) de Estados Unidos.
Por el otro, y esto es clave, como el sistema inmune del bebé nace "completamente ingenuo, tolerante a todo", dice Domínguez Bello, reconoce a estas bacterias como amigas y no las ataca.
"No te inflames, yo soy amigo"
Qué es la microbioma humana
En el cuerpo humano habitan diversas
especies de bacterias (la mayoría), virus, hongos y protozoos. Este
conjunto se llama microbioma humana.
Y pone en cuestión la mismísima definición de qué y quiénes somos. En nuestro organismo hay diez veces más células de microbios que células humanas propias. El genoma humano tiene entre 20.000 y 25.000 genes, pero la microbioma humana con la que cargamos como especie alcanza unos ocho millones de genes, cientos de veces más.
La ciencia está descubriendo cada vez más cuánto este ecosistema que nos habita determina cómo funciona nuestro cuerpo, influyendo en alergias como asma, problemas metabólicos y condiciones como la obesidad, además de contribuir a la consolidación de nuestro sistema inmune y hasta influir nuestros estados de ánimo.
Es una suerte de huerto, de granja, que si logramos entender, cuidar y aprovechar puede trabajar cada vez más a nuestro favor.
Y pone en cuestión la mismísima definición de qué y quiénes somos. En nuestro organismo hay diez veces más células de microbios que células humanas propias. El genoma humano tiene entre 20.000 y 25.000 genes, pero la microbioma humana con la que cargamos como especie alcanza unos ocho millones de genes, cientos de veces más.
La ciencia está descubriendo cada vez más cuánto este ecosistema que nos habita determina cómo funciona nuestro cuerpo, influyendo en alergias como asma, problemas metabólicos y condiciones como la obesidad, además de contribuir a la consolidación de nuestro sistema inmune y hasta influir nuestros estados de ánimo.
Es una suerte de huerto, de granja, que si logramos entender, cuidar y aprovechar puede trabajar cada vez más a nuestro favor.
"Esas primeras bacterias son las primeras educadoras del sistema inmune, que le van a decir al bebé 'no me ataques, no te inflames', porque la inflamación es un mecanismo de defensa, 'no te inflames, yo soy amigo'", explica Domínguez Bello.
Y como todos los mamíferos reproducen un esquema semejante, dice Domínguez Bello, "lo primero que uno piensa es que esto es adaptativo, evolutivo".
"Por tanto nosotros pensamos que es grave y debe dejar secuelas de por vida comenzar con una mala educación del sistema inmune, donde hay usurpadores de la función de educarlo y mostrar la pancarta de amigo".
Eso es lo que sucede en los partos por cesárea, de los que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, se registran unos 18,5 millones cada año en todo el mundo.
Bacterias de la piel
"Cuando analizamos los datos de los bebés, encontramos que los que nacen por cesárea no están estériles a los pocos minutos de haber nacido, sino que tienen bacterias de piel humana. Hoy en día entendemos que esas bacterias de piel humana no son de la mamá, sino que son del quirófano, son del ambiente", explica Domínguez Bello.En términos inmediatos, eso podría explicar al menos en parte por qué los bebés que nacen por cesárea son más proclives a padecer infecciones como la de Staphylococcus aureus resistente a la meticilina (SARM). Según un trabajo publicado por Domínguez Bello y colegas en 2010, es posible que la microbiota vaginal de los bebés que nacen por parto natural tenga un rol defensivo, al ocupar zonas que podrían ser colonizados por la SARM.
Y en el largo plazo, podría dar cuenta de la aparición de alergias y asma. De hecho, hay evidencia epidemiológica de que los niños que nacen por cesárea tienen mayor riesgo de padecer asma, de ser obesos, de tener enfermedad celíaca.
Inocular a mano
Domínguez
Bello está estudiando cómo evolucionan bebés nacidos por cesárea
"inoculados" con las bacterias vaginales de sus madres.
En el primer grupo hay bebés nacidos por parto natural. En el segundo, por cesáreas necesarias clínicamente y en el tercero por cesáreas electivas (que no tienen una razón médica).
A los de este último grupo, apenas nacieron, les pasaron una gasa que había estado en la vagina de la mamá; les "pintaron" todo el cuerpo, para intentar reproducir el proceso de inoculación del parto natural.
De todos tomaron muestras de su microbioma (de las heces, fundamentalmente) todos los meses, por un año. Cuando BBC Mundo habló con Domínguez Bello, todavía estaba esperando los resultados de secuenciación del ADN de las muestras del primer mes, necesarios para determinar el contenido del ecosistema bacteriano de los niños.
"Nos retrasamos un montón después de la tormenta Sandy (que golpeó Nueva York y otras zonas de EE.UU. y el caribe en octubre de 2012), cerramos el laboratorio", cuenta la investigadora, quien se había mudado un mes antes de esa catástrofe natural desde Puerto Rico. "Pensé que me había librado de las tormentas tropicales", dice riendo.
Casi una vacuna
El procedimiento
El procedimiento para simular el
"baño" microbioma vaginal en bebés nacidos por cesárea es "muy
sencillo", cuenta María Domínguez Bello.
Su equipo inocula una gasa estéril de ocho centímetros por lado en la vagina de la mamá, mientras el equipo médico la prepara para la intervención.
El obstetra cirujano saca la gasa justo antes de iniciar la cesárea, que dura entre 15 y 20 minutos.
Y cuando el bebé sale, en unos 5 o 10 segundos, "simplemente le pasamos, como si estuviéramos limpiando al bebé, la gasa primero por boca, después por el resto de la cara y el cuerpo", explica la investigadora.
Su equipo inocula una gasa estéril de ocho centímetros por lado en la vagina de la mamá, mientras el equipo médico la prepara para la intervención.
El obstetra cirujano saca la gasa justo antes de iniciar la cesárea, que dura entre 15 y 20 minutos.
Y cuando el bebé sale, en unos 5 o 10 segundos, "simplemente le pasamos, como si estuviéramos limpiando al bebé, la gasa primero por boca, después por el resto de la cara y el cuerpo", explica la investigadora.
Es un hecho que con el tiempo, con el crecimiento y la interacción con el ambiente, la microbioma de los humanos se va normalizando, más allá de cómo haya comenzado. "Se ve que hay un efecto fundador de las comunidades de la mamá y de los hermanos, y seguramente del papá, y que la gente converge un poco, lo cual indica que sí adquirimos bacterias de otras personas", dice Domínguez Bello.
Pero los científicos concuerdan en que el momento crítico de constitución de la microbioma -aquel en que se define la aparición o no de ciertas enfermedades crónicas- es la primera infancia, los primeros tres años de vida. "Es cuando el sistema inmune del niño está madurando", explica Proctor.
Más aún, dice Domínguez Bello, "pensamos que la microbiota más íntimamente asociada con nosotros desde la primera colonización se queda y excluye otras cepas". De ser así, el experimento que está llevando a cabo podría sentar las bases para el establecimiento de una terapia preventiva sencilla y económica, casi como una vacuna, para los casos en que las cesáreas no se puedan evitar.
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