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John F. Kennedy, un reformista que dejó su huella en América Latina





El mundo conmemora el 50 aniversario de su asesinato. La región lo recuerda como el artífice de la Alianza para el Progreso, un proyecto sin precedentes de ayuda social, política y económica.

Fue sin ninguna duda el presidente norteamericano que más intención de cooperación demostró a América Latina. A 50 años de su muerte, no sólo los Estados Unidos lo recuerdan. John Fitzgerald Kennedy supo cosechar una empatía que muy pocos mandatarios del gigante del Norte pudieron. Y la región es uno de los casos más paradigmáticos.
"Fue uno de los grandes presidentes de los Estados Unidos. Hoy es un mito", sostiene Roberto Alemann, ex embajador argentino en Washington en 1961, durante una exposición sobre el 50ª aniversario de la muerte de "JFK" en el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI).
Pero el nombre de Kennedy fue más allá de los límites de su país y en apenas dos años de gestión (desde enero de 1961 a noviembre de 1963) dio acabadas muestras de querer entablar una estrecha relación con América Latina.
"El nombre de Kennedy está asociado con la Alianza del Progreso", destacó Aldo Ferrer, actual embajador de la Argentina en Francia. "La Alianza pretendía dar un cauce para resolver los problemas en América Latina con la buena voluntad de los Estados Unidos", agregó el diplomático.
¿Qué fue la Alianza para el Progreso? Se trató de un ambicioso proyecto impulsado por los Estados Unidos, bajo la gestión de Kennedy, que tenía como principal objetivo desarrollar un programa de ayuda económica, política y social para América Latina. Éste fue lanzado en 1961, año en el que asume la presidencia el demócrata, y culminó en 1970, con Richard Nixon en el poder; un republicano que lejos estuvo de continuar las políticas exteriores de Kennedy.
Asimismo, la Alianza impulsó "medidas progresistas", que "respaldaban la evolución de América Latina", según Ferrer, quien añadió que "como proyecto político no prosperó".
Es que Kennedy apenas pudo cumplir poco más de la mitad e de su gestión, mientras que en términos de cooperación con la región sufrió un giro completamente opuesto. No obstante,Lillian O´Connell de Alurralde, ex embajadora de la Argentina en Canadá, afirma: "Aquel legado puede recuperarse".
"JFK" dejó una marca a nivel mundial, luego de neutralizar con la amenaza nuclear que imperaba por ese entonces. El clima político internacional estaba caldeado en plena Guerra Fría. Sin embargo, el presidente estadounidense, el más joven de la historia del país, consiguió lo que nadie creía: llegar a un acuerdo con el líder soviético  Nikita Jrushchov. Esto le significó una profundización en las tensiones con Cuba, principal aliado del régimen de la Unión Soviética.
Muchas especulaciones indicaban que las relaciones que intentaba entablar Kennedy eran por temor a que se expandiera el comunismo cubano. Sin embargo, lo cierto es que hasta donde llegó, JFK no sólo basó su acercamiento a la región con meros discursos políticos, sino además con proyectos para asistir social, política y económicamente a América Latina.
"Kennedy intentó un acercamiento con Cuba, que su muerte frustró", recordó O´Connell de Alurralde.
Además, el ex mandatario logró entablar una "relación de amistad" con la Argentina, un país que históricamente ha tenido varios idas y vueltas con el gigante del Norte. "La Argentina para Kennedy era un país amigo", recuerda Alemann, quien también destaca la cantidad de productos que fueron comercializados entre ambos Estados durante la presidencia de "JFK".
Muy poco tiempo tuvo Kennedy para seguir adelante con sus propuestas "reformistas". Sin embargo, el ex mandatario supo marcar un camino y hoy en día se lo recuerda en la región por lo que en su momento se animó a construir y que, por cuestiones del destino, nunca nadie volvió a retomar.




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Quizás el más conocido de sus problemas médicos fueran sus terribles dolores de espalda
REDACCIÓN INTERNACIONAL .- John F. Kennedy, de cuyo asesinato se cumplen mañana 50 años, fue el presidente más joven de los Estados Unidos, pero detrás de su imagen saludable y llena de energía se escondía un hombre enfermo, aquejado de muchos males que le hacían dependiente de los fármacos, según su historial clínico.

Quizás el más conocido de sus problemas médicos fueran sus terribles dolores de espalda, que le obligaba a llevar un corsé y a tomar fuertes analgésicos y que se atribuían a las heridas que sufrió cuando se hundió su lancha torpedera PT109, arrollada por un destructor japonés durante la II Guerra Mundial en aguas del Pacífico en agosto de 1943.

Kennedy y los demás supervivientes de la tripulación de la patrullera que él comandaba aguantaron seis días alimentándose de cocos en una isla cercana hasta que fueron rescatados, y el episodio pasó a ser una página gloriosa en la carrera del que iba a ser elegido presidente de los Estados Unidos a los 43 años de edad en 1960.

Pero los dolores de espalda causados por la osteoporosis en tres vertebras fracturadas eran sólo la punta del iceberg de una salud frágil, según revelaron los informes médicos de la Casa Blanca hechos públicos casi cuarenta años después del asesinato de Kennedy el 22 de noviembre de 1963 en Dallas.

Desde muy joven Kennedy padecía la enfermedad de Addison, un raro desorden endocrino que destruye las glándulas suprarrenales y causa síntomas como fatiga, anorexia, náuseas, pérdida de peso, hipoglucemia, hipotensión y pigmentación de la piel y las mucosas.

Y más adelante, cuando ya era senador, le fue diagnosticado hipotiroidismo, una disfunción de la glándula tiroidea que provoca depresión y somnolencia entre otros síntomas.

Según un artículo de 2009 del médico de la Marina estadounidense Lee Mandel, reeditado en la última edición de la revista Annals of Internal Medicine con motivo de la efeméride de este viernes, la coincidencia de ambos males se da en una enfermedad denominada síndrome poliendocrino autoinmune tipo 2 (SPA2).

En una época en la que no existía la presión mediática de hoy, esta información no llegó al público, pero Kennedy protagonizó varios episodios en los que se evidenció su mal estado de salud.

En su libro "In search for JFK" de 1976, Joan y Clay Blair relatan cómo Kennedy se desmayó durante una visita a Inglaterra en septiembre de 1947 cuando era congresista por Massachusetts.

El médico que le atendió, Sir Daniel Davis, le diagnosticó una crisis suprarrenal y comentó a una amiga del senador: "A ese joven amigo americano suyo le queda menos de un año de vida", escribió el matrimonio Blair.

Cuando Kennedy anunció su candidatura al Congreso en 1945, pesaba sólo 68 kilos para una estatura de 1,83 metros y según los archivos médicos fue hospitalizado por problemas de espalda e intestinales en al menos nueve ocasiones entre 1955 y 1957.

La doctora Janet Travell, responsable de gran parte del historial médico de Kennedy, menciona la toma diaria de ocho medicamentos distintos en octubre de 1961, entre ellos varios esteroides, testosterona y hormona tiroidea.

Kennedy también consumía codeína y metadona para el dolor, ansiolíticos y pastillas para dormir.

El historiador Robert Dallek, autor de una biografía titulada "Una vida inacabada: John F. Kennedy, 1917-1963", habla en un artículo publicado en 2002 en la revista "The Atlantic" del "callado estoicismo de un hombre que lucha para soportar un dolor y una angustia extraordinarios".

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