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¿Alguien recuerda la canción de OutKast “Hey Ya!”? La verdad es una muy difícil de olvidar, ya que no sólo fue el último gran éxito del dueto de Atlanta, sino porque era imposible resistirse a bailarla cada vez que sonaba de manera incisiva en la radio o en los bares de cualquier lugar.
La genialidad detrás de esta pieza es que aunque sonoramente parecía un himno a la fiesta y al regocijo, en realidad hablaba de la separación de una pareja y en las líneas de su letra planteaban temas muy interesantes a considerar como “Gracias a Dios que mamá y papá sigan juntos, porque nosotros no sabemos cómo” o “Si dicen que ‘Nada es para siempre’, ¿por qué el amor es la excepción?”. Ésta última reflexión es en particular sugestiva y quizá controversial.
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La tradición dicta que la gente que toma la decisión de casarse lo hace porque en el fondo está convencida de que encontró a la persona con la que quieren pasar el resto de su vida, sin importar las vicisitudes que se les pongan enfrente. La pregunta, como bien planteó OutKast en 2003, es ¿cómo?
La solución más evidente es la perseverancia y el no rendirse a la primera. En las relaciones hay quienes ante el primer conato de conflicto salen corriendo para no volver. Huyen de situaciones complicadas y evaden los problemas cuando estos se tornan serios. Por consiguiente, son personas que no suelen durar más de uno o dos meses en sus noviazgos y prefieren mantener los compromisos en la superficie.
Hay otros que sin importar lo mal que pueda estar una relación se resisten de terminar con ella. Orillados por el miedo a la soledad, creen que todo se puede solventar y la mejor forma de hacerlo es la resignación. Son individuos que pasan encadenados a sus parejas a pesar de que éstas sean lo peor que les ha pasado en la vida.
Un punto medio es en el que nos encontramos los demás seres humanos. Quienes sí tenemos el coraje y la valentía para poner fin a una relación en la que sentimos que no está dirigiéndose hacia donde nos gustaría llegar. Somos quienes damos el paso, enfrentamos la situación y asumimos sus consecuencias sean las que sean.
Pero, a menos que resulte muy obvio que el romance en cuestión fue un fracaso total, siempre quedan residuos de duda en la mente. Pensamientos encontrados sobre lo que pudo o no ser, lo que tiene arreglo y lo que la esperanza mantiene vivo. Cuando ninguna de las dos partes está del todo segura que se ha llegado a la mejor determinación, surge la incógnita si se debe o no volver a intentarlo.
Por supuesto que esta decisión dependerá de cada caso particular y todas las implicaciones pertinentes que los hicieron llegar ahí. Sin embargo, creo que existe una constante, un factor determinante que se debe de tomar en cuenta antes de decidir si se le da una nueva oportunidad a alguien. Lo más importante a reflexionar es que la gente no cambia, al menos no de manera definitiva o total, los problemas de personalidad se pueden modular y controlar, pero no eliminar.
La decisión de volver con un ex depende justo de esto, de ser conscientes si queremos —y podemos— vivir con una persona que tiene ciertos patrones de conducta que en alguna medida nos son molestos y perjudiciales. El secreto de regresar yace en la diferencia entre tolerar y aguantar.
Si la respuesta es la segunda, entonces OutKast también propone una alternativa: “Si sabemos que no somos felices aquí, cuando tú ya no me quieres aquí, tú sólo quieres bailar”, así que bailemos.
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