Un equipo de astrónomos del Instituto Harvard-Smithsonian ha descubierto un nuevo tipo de planeta
fuera del Sistema Solar sorprendente por su tamaño. Es gigantesco,
tiene una masa 17 veces superior a la de la Tierra, algo poco común si
se tiene en cuenta que los planetas rocosos y sólidos conocidos tienen
todos un tamaño similar al de la Tierra.
Los
astrónomos lo han bautizado como Kepler-10c y se encuentra a unos 560
años luz de la Tierra. Orbita alrededor de la estrella Kepler-10 una vez
cada 45 días y, además, cuenta con otro objeto celeste que gira a su
alrededor, Kepler-10b, un satélite de lava que da una vuelta alrededor
de la "Mega Tierra" una vez cada 20 horas.
Los
astrónomos conocían ya desde hace años el Kepler-10c, pero sus
mediciones iniciales con el telescopio espacial Kepler apuntaban a un
tamaño menor del real. Se creía que tenía 29.000 kilómetros de diámetro
(2,3 veces más que la Tierra) y, en base a ello, se concluyó que era un Minineptuno (planetas con atmósferas gruesas y gaseosas).
Sin embargo, nuevas mediciones realizadas con el instrumento HARPS-N
del Telescopio Nazionale Galileo (TNG) en las Islas Canarias (España),
han revelado las verdaderas dimensiones del planeta, con un peso 17
veces mayor al de la Tierra. Esto significa que Kepler-10c debe tener
una composición de rocas y otros materiales sólidos mucho más densa.
Además, los resultados de este nuevo análisis (publicado en Arxiv)
demuestran que tiene una importante cantidad de agua atrapada en su
composición (entre un 5% y un 20% del peso total). En otras palabras: se
trata de un tipo de planeta sólido completamente nuevo, con una masa
muy superior a la de la Tierra.
Si hay roca, puede haber vida
"¡Este es el Godzilla de todos los planetas!". Así lo define Dimitar Sasselov, uno de los astrónomos involucrados en el estudio. Y lo importante: "A diferencia de otros planetas gigantes, el Kepler-10c tiene implicaciones positivas para la existencia de vida".
Efectivamente,
la estrella Kepler-10 en torno a la que orbita este planeta se formó
hace 11.000 millones de años, menos de 3.000 millones después del Big
Bang. En ese momento, el universo era escaso en silicio y hierro,
elementos necesarios para formar rocas, lo que sugiere que, a pesar de
la escasez de elementos, la formación de planetas rocosos fue posible.
¿Cómo? Es aún un misterio pero, como dice Sasselov, "si la formación de rocas es posible, la formación de vida también lo es". [vía Harvard-Smithsonian]
Imagen
de apertura y segunda imagen completa: representación artística del
planeta Kepler-10c (en primer plano), clasificado ahora como "Mega
Tierra" / David A. Aguilar (Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics - CfA)
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