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Un estudio de la Escuela de Medicina de Harvard afirma que los rayos UV actuán de forma similar a una droga en nuestro organismo
Juan Carlos Soler
El sol es igual de adictivo que la droga
Con la llegada de las vacaciones, pocos son los que no disfrutarían con un destino caluroso y con playa. Sin embargo, la Escuela Médica de Harvard
(EEUU), ha dejado claro que hay que tener mucho cuidado a la hora de
tumbarse en la toalla. Y es que, un nuevo estudio llevado a cabo por
este hospital ha determinado que la exposición a la radiación ultravioleta (UV) aumenta los niveles de beta-endorfinas opiáceas (conocidas como «hormonas del bienestar»), algo que sucede en el cuerpo de forma similar cuando se toman drogas como la heroína.
Con todo, David Fisher –director
del experimento- ha explicado que este estudio ha sido llevado a cabo
en animales, por lo que es necesario salvar las distancias y comprobar
los efectos del sol antes de asegurar taxativamente que es adictivo, a
pesar de que las probabilidades son muy altas. «Aunque estos
experimentos deben ser validados en humanos, creemos que es posible que mecanismos similares operen en personas.
La respuesta de la piel frente a la radiación UV parece mantenerse en
otras especies», ha indicado el experto a una conocida revista
científica.
El estudio, a su vez, aclararía por qué a los veraneantes les gusta tanto disfrutar del sol a pesar de que la exposición a la radiación ultravioleta tiene unos peligros bien conocidos. «La investigación encuentra una respuesta a la búsqueda que la gente hace del sol y explicaría también el aumento incesante en la mayoría de formas de cáncer de piel», completa Fisher en el dossier de su investigación.
El experimento
El experimento se llevó a cabo en dos grupos de roedores, a los que se afeitó para que los rayos penetraran directamente en su interior. A los primeros, se les expuso durante varias semanas a la radiación ultravioleta.
El resto, por el contrario, no fueron exhibidos a la UV. Diariamente,
los investigadores sometieron a los ratones a una dosis de luz
equivalente a la que un ser humano puede recibir tras media hora disfrutando del sol de Florida al mediodía. Sin embargo, la cantidad fue calculada de tal manera que no quemara la piel de los animales.
A los pocos días de exposición, los resultados recogidos no dieron lugar a dudas: las beta-endorfinas de los ratones del primer grupo habían aumentado considerablemente
mientras que, las del segundo, seguían igual. «Nuestro estudio
identifica una vía orgánica codificada en la piel según la cual la
radiación UV causa la síntesis y liberación de beta-endorfinas y produce
efectos similares a los opiáceos, incluyendo la conducta adictiva», ha
destacado Fisher en la popular publicación «Cell».
Seis semanas después, los investigadores inocularon a los roedores, como colofón del experimento, un compuesto llamado naloxona –usado
para bloquear las sustancias opiáceas-. Este fármaco provocó en los
animales síntomas asociados de forma clásica a la abstinencia: temblores, sacudidas y castañeteo de dientes. Curiosamente, desde ese momento los «sujetos de pruebas» evitaban los lugares en los que fueron tratados con esta sustancia.
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