Cuando la frontera entre la vida y la muerte es más fina que una hoja de papel
SANTO DOMINGO."¡Le tengo miedo a la
policía!", exclama Andre Daniel, de dos años, mientras su mirada se
queda fija en una de las ventanas del vehículo de Diario Libre que lo
transporta junto a su padre y su tío. Al cuestionarle la razón, su
respuesta se pierde entre los balbuceos comunes de un niño de su edad.
Su comentario bien podría pasar inadvertido en otro momento y bajo otras
circunstancias, pero este no es el caso.
Tres días antes, su tío Danny González nos recibe en su pequeña y desvencijada casa de zinc -ubicada en el sector Brisas del Este- para contarnos los detalles del día en que su vida cambió drásticamente. Su madre, Evidania Peña Medina, llamada cariñosamente Nena, toma asiento a su lado para escuchar lo que desea que no le hubiese sucedido a ninguno de sus cinco hijos.
Su relato comienza al recordar que a los seis días de su cumpleaños, específicamente el 23 de septiembre de 2014, madrugó para trabajar. El colmado Alfa, en el que tenía seis meses laborando como delivery y que le queda cerca de su casa, debía abastecerse en el mercado de la Duarte. A las 5:00 a.m. se encaminó a comprar víveres, embutidos y productos frescos. A su regreso su vida quedó a oscuras.
"Ese día llegamos, compramos también víveres para regarle a par de colmados que están cerca pero que no tienen vehículo para ir. Después que llegué en la guagua, me fui a llevar los víveres, medio quintal de yuca y un paquete de verduras, en el motor. El colmado al que fui a llevar la yuca es de la mamá del dueño del colmado donde yo trabajaba", dice de manera pausada y acortando las palabras.
"De por ahí me fajaron a tiros, arriba del motor. Dice la gente que era atracando que yo andaba, pero el motor estaba lleno de productos del mercado. Yo hasta estaba lleno de lodo. Eso fue a las 11:00 a.m. Me pegaron un tiro. Sentí un escalofrío y me cegué en el instante". Danny afirma que estuvo todo el tiempo consciente y que se dio cuenta cuando lo agarraron, lo llevaron al control de las guagüitas, lo montaron en una, y lo transportaron al Hospital Docente Universitario Dr. Darío Contreras.
Su relato es interrumpido abruptamente cuando un amigo del barrio entra al patio donde nos encontramos para regalarle una pulsera naranja. "Dice esperanza", afirma el recién llegado a la vez que le exhorta a que no la pierda.
El diagnóstico
Nena mueve las manos con timidez, tarda en responder las preguntas, pero levanta la voz cuando habla. A sus 42 años no sabe leer ni escribir. Asegura que apenas sabe firmar con su nombre, pues Magdalena, una de las señoras con las que trabaja en casa de familia, le estaba enseñando antes de que ocurriese lo de Danny.
Con la vista al suelo, ella rememora el 23 de septiembre: "Cerca de las cuatro de la tarde, yo estaba trabajando cuando me llamó el hermano mío preguntándome si había salido del trabajo. Le dije que no. Me dijo que Danny estaba en el Darío, que tuvo un problema, pero no me dijo lo que era. Cuando llegué al Darío, no lo encontré porque lo tenían en el Hospital Ney Arias. Después vi a unos vecinos míos. Me dijeron que lo iban a traer. Al rato de esperar llegó en una ambulancia bañado en sangre. Las manos manchadas. Lleno de lodo en los pies. Vomitando sangre a dos manos e hinchado. Yo no lo conocí con la cara así. Me volví loca. No encontré ni qué hacer".
A tres meses de lo sucedido, Danny es recordado en el Darío Contreras. El doctor Héctor Zorrilla, coordinador de residencia del hospital, explica que cuando se trata de una herida que lesiona los dos glóbulos oculares llama mucho la atención: "Hemos tenido cientos de casos. Yo tengo aquí desde el año 92 y hemos tenido múltiples casos de pérdidas bilaterales, pero no es un caso que se produce todos los meses ni todas las semanas. Llama la atención a todos por el asunto humano, por el asunto de que perdió los dos ojos. ¿Qué va a hacer ese paciente ahora?".
La doctora Karina Cubilla, quien lo atendió, detalla el paso de Danny por el departamento de Cirugía Buco Maxilo Facial del Hospital Darío Contreras, donde ella es residente de cuarto año: "A Danny lo recibimos alrededor de las 12 de la noche con un historial de haber llegado a la emergencia del Darío como a eso de las 11 de la mañana. Lo recibimos con un diagnóstico de una herida de arma de fuego en la región frontotemporal, con orificio de salida en el malar derecho".
Cubilla, quien es panameña y se encuentra en el país gracias a un acuerdo de cooperación entre los ministerios de Salud de Panamá y República Dominicana (según confirma el Dr. Ramón Pichardo, jefe de Servicio del Departamento de Cirugía Buco Maxilo Facial), asegura que este caso es multidisciplinario: "En ese momento de emergencia lo estabiliza, lo controla, pues en el diagnóstico también vemos que hay una perforación de los globos oculares, para eso necesitamos imágenes y servicios de oftalmología, y se hacen las interconsultas. Al ser eso la prioridad de Danny, pues se manda fuera a hacerse otros estudios especializados, al Hospital Traumatológico Dr. Ney Arias Lora, a que lo vea neurocirugía, y que le den de alta".
La doctora recuerda que Danny estuvo consciente y respondió a todas las preguntas que le hicieron: "Él regresa al hospital a eso de las medianoche, entonces el departamento de oftalmología lo ve y maxilo facial lo ingresa para empezar a darle seguimiento a las heridas que presenta. Oftalmología le hace la evisceración de los dos glóbulos oculares (remoción de los contenidos oculares), ya que estaban perforados, para luego colocar prótesis".
El doctor Zorrilla añade que la nariz también se fracturó, porque la dirección del proyectil atravesó las dos cavidades orbitales y el tabique que está en el medio de ambas: "Al fracturar la nariz, los filamentos olfatorios bajan desde la masa encefálica por unos hoyitos muy pequeñitos y una lámina cribosa muy fina, parecida a un papel. Cuando la bala le da a esa parte, fractura todos los filamentos nerviosos del olfato. Al fracturarlo, y con el mismo procedimiento de levantarlo, pierde el olfato; es algo que se llama anosmia. Él lo va a recuperar en seis u ocho meses, un año, dependiendo la magnitud del trauma".
Una actitud poco común
Ante la pregunta de qué tan cerca estuvo Danny de la muerte, el doctor Zorrilla responde: "Yo diría que la frontera entre la vida y la muerte fue más fina que una hoja de papel. Aun habría que ver en el tiempo, porque los traumas producen consecuencias posteriores a distancia. Habría que ver el grado de quemadura, qué tanto quemó hacia la masa encefálica, incluso lesiones posteriores como epilepsia. Las lesiones del trauma son indeterminadas".
Danny asegura que si no hubiese volteado al escuchar los disparos, la bala que le hirió pudo haberle dado en la nuca: "Yo escuché el tiroteo, cuando miré para atrás el tiro me entró y me caí del motor. El motor recibió cuatro disparos y no se lo robaron".
La doctora Cubilla finaliza la entrevista asegurando que Danny la ha dejado sorprendida, pues desde el principio se ha mantenido muy positivo ante su trauma; algo que también ha sorprendido a su familia.
Daniel, su hermano mayor y padre de Andre, estuvo a punto de ganarse RD$500 limpiando cisternas en la Carretera Mella cuando le comunicaron la noticia: "No logré terminar el trabajo. Me puse tembloroso, y pedí que me llevaran al Darío. Cuando llegué lo vi en mal estado, con los ojos brotados, con la cara hinchada. Me desesperé y hasta le di un golpe a un zinc, un seguridad me llamó la atención. Cuando me calmé de verdad fue cuando lo escuché hablando. Él con su tiro en la cabeza me dijo: ‘Daniel, yo estoy tranquilo".
Nena corrobora lo que dice su hijo de 23 años al asegurar que todos estaban llorando alrededor de Danny, mientras él les pedía que no lo hicieran, que tengan fuerza.
El psiquiatra Enrique Silié afirma que su actitud es un mecanismo de defensa, pero que en cualquier momento podría caer en una depresión transitoria.
Inocente hasta que se demuestre lo contrario
En el Darío Contreras, un policía se acercó a Daniel y le preguntó si era familia de Danny, a lo que él respondió que era su hermano. El policía le informó que en el destacamento de Los Mina le entregarían la cartera y los documentos de Danny: "Cuando llegué (al destacamento), di mi nombre y me dijeron que siguiera al fondo. Me sentaron y me hicieron par de preguntas. Dije que era el hermano de Danny González, el abaleado. Desde que me escucharon, me agarraron, me entraron a golpes y me dijeron: ‘Tú eres ladrón".
Daniel asegura que le exigieron que buscara la pistola: "Yo pregunté que cuál pistola. Me dijeron que a mi hermano le dieron un tiro por estar robando, y yo pregunté que quién les dijo eso a ellos, porque mi hermano se va todos los días temprano a trabajar para el mercado. Me dijeron que yo andaba con él. Me agarraron preso. Me quitaron un teléfono, después me lo entregaron. Le entregaron a otra persona la cartera de Danny, sin el dinero. Eso fue lo que me dijeron. Después que me soltaron, la misma policía me llevó al Darío".
Según Danny, en su cartera tenía el dinero que le quedó de ir al mercado, más los que le dieron del pedido que estaba llevando: "Ellos se quedaron con ese menudo, pero me devolvieron la cédula y la cartera vacía".
Un expediente de la Policía Nacional, al que Diario Libre tuvo acceso, establece que el comerciante Francisco Rivera Reyes, de 32 años, le ocasionó el disparo que le quitó la vista a Danny en el sector de Alma Rosa.
La versión de Rivera es que a las 11:55 a.m., Danny junto Wellin Estephan Encarnación, de 21 años; Aneury de Jesús, de 18 años, y otro joven no identificado, ingresan a su negocio (Villar Aisha) a despojarle la suma de aproximadamente RD$80 mil y un celular Blackberry, en momentos en que realiza, junto al administrador Emmanuel de Jesús Reyes, el cierre de la venta del día anterior. Al momento de emprender la huida, los supuestos atracadores realizan varios disparos a lo que Rivera responde con una pistola Norinco 9 mm, marca 102479, que porta de manera legal. Danny resulta herido y, bajo esas circunstancias, sus acompañantes lo llevan a la parada de las guagüitas de Brisas del Este.
Pese a la acusación, Danny no tiene ficha en la Policía Nacional y está libre. En su opinión, quienes le dispararon son del sector, pero él no los conoce y sus vecinos no le han dicho nada: "Mi hermano estuvo caminando, pero lo amenazaron que si sigue investigando lo que puede pasar es que tenga un problema él también. Daniel dijo que dejemos eso así y que nos agarremos de Dios. Que Dios resuelve mejor".
Aprender a leer aunque sea con los dedos...
Danny cumplió 20 años el pasado 17 de septiembre, pero no ha culminado la escuela. Las precariedades en que vive su familia le hicieron desertar en el octavo curso, algo que sin dudas le ha dificultado cumplir su más grande sueño: construirle una casa grande a su mamá.
A pesar de las privaciones en que vive su familia (su madre gana RD$8 mil en casa de familia y su padre es amolador de cuchillos y tijeras), Danny no pide dinero: "Mi sueño ahora es seguir estudiando, a ver si me ayudan a ir a una institución de ciegos a aprender, ni aunque sea a leer con los dedos. Aprender a caminar solo y seguir echando para adelante, porque ya que uno está así no se puede afligir demasiado. Hay que echar para adelante. Quisiera una ayuda para que me pongan a estudiar".
Actualmente a Danny le ayudan sus hermanos: "El que trabaja, Randy, siempre que viene me trae la comida. Mi papá cuando llega de trabajar si no tengo la pastilla va y me la compra. Así nos ayudamos uno al otro. Yo estaba acostado cuando ustedes llegaron. Yo me baño. He practicado. Salgo allá alante, toda la orilla del zinc la voy tocando con el bastón. Y vuelvo y entro. Mis amigos trabajan y vienen a visitarme en las tardes cuando salen de trabajar. Así cuando están libres; los sábados y domingos se sientan conmigo".
De su vida anterior extraña ver los colores, la luz del sol y el lavar su propia ropa. Antes de trabajar en el colmado, Danny ‘se buscaba el moro' en una metalera que compra hierro y cobre, así como en un mercadito de Barrio Nuevo: "Yo cogí este trabajo del colmado porque no había más trabajo de cerámica, porque yo sé poner cerámicas. Trabajé mucho en Juan Dolio, llegué a ir a Bávaro, la 27, la Tiradentes, detrás del Banco Central. A eso era a lo que me estaba dedicando, pero ya no había más trabajo porque al maestro de nosotros lo secuestraron y mataron porque estaba cobrado. Carlos José Rubí Torres nos enseñó a trabajar. Ya hace como tres años de su muerte; fue para un 23 de diciembre".
Cuando le preguntamos si conoce el caso de la ingeniera Francina Hungría, quien perdió la vista a finales de 2012 producto de un intento de atraco, él dice que la llegó a ver algunas veces cuando ponía cerámicas: "El caso de Francina es difícil porque es el mismo caso mío, que no debería existir con estos delincuentes. Esa es una mujer educada, inteligente y con mucho trabajo que estaba haciendo. Difícil el caso, porque uno está viviendo en la oscuridad".
A los tres días Danny se reúne con Francina Hungría en el edificio del periódico Diario Libre. Es por esto que él, junto a su hermano Daniel y su sobrino Andre, es transportado en un vehículo del medio.
Durante el encuentro, Francina lo felicita por mantener una actitud positiva y le exhorta que se acerque más a Dios. Hungría también lamenta que este tipo de hechos sigan pasando en República Dominicana: "Lamento mucho la debilidad del sistema, que permite esas cosas, pero no es algo que me quite el sueño. Creo que es el primer paso para levantarse de una cama y estoy casi segura de que Danny se siente igual".
Danny, un poco nervioso, responde que su caso lo ha dejado a Dios: "Él hace mejor justicia que el ser humano; para mí es mejor que meta su mano con ellos y con nosotros también... Esto es un ejemplo para los jóvenes como yo, hay muchos que no entienden muchas cosas de la vida, es un ejemplo para que cojan cabeza de que el daño que se le hace al ser humano no es bueno, porque así como se lo hacen a uno les puede pasar peor. Uno no quisiera ver a nadie en una situación como la que estamos nosotros ahora mismo. De mi parte yo me siento bien como estoy, le agradezco a Dios que aunque sea estoy vivo. Aquí le dejé mi historia al mundo".
Tan pronto las luces de la cámara se apagan, Francina le pregunta a Danny por dónde le penetró la bala. Él en tono de broma le responde: "Por la noventa y nueve... cerca de la sien".
Tres días antes, su tío Danny González nos recibe en su pequeña y desvencijada casa de zinc -ubicada en el sector Brisas del Este- para contarnos los detalles del día en que su vida cambió drásticamente. Su madre, Evidania Peña Medina, llamada cariñosamente Nena, toma asiento a su lado para escuchar lo que desea que no le hubiese sucedido a ninguno de sus cinco hijos.
Su relato comienza al recordar que a los seis días de su cumpleaños, específicamente el 23 de septiembre de 2014, madrugó para trabajar. El colmado Alfa, en el que tenía seis meses laborando como delivery y que le queda cerca de su casa, debía abastecerse en el mercado de la Duarte. A las 5:00 a.m. se encaminó a comprar víveres, embutidos y productos frescos. A su regreso su vida quedó a oscuras.
"Ese día llegamos, compramos también víveres para regarle a par de colmados que están cerca pero que no tienen vehículo para ir. Después que llegué en la guagua, me fui a llevar los víveres, medio quintal de yuca y un paquete de verduras, en el motor. El colmado al que fui a llevar la yuca es de la mamá del dueño del colmado donde yo trabajaba", dice de manera pausada y acortando las palabras.
"De por ahí me fajaron a tiros, arriba del motor. Dice la gente que era atracando que yo andaba, pero el motor estaba lleno de productos del mercado. Yo hasta estaba lleno de lodo. Eso fue a las 11:00 a.m. Me pegaron un tiro. Sentí un escalofrío y me cegué en el instante". Danny afirma que estuvo todo el tiempo consciente y que se dio cuenta cuando lo agarraron, lo llevaron al control de las guagüitas, lo montaron en una, y lo transportaron al Hospital Docente Universitario Dr. Darío Contreras.
Su relato es interrumpido abruptamente cuando un amigo del barrio entra al patio donde nos encontramos para regalarle una pulsera naranja. "Dice esperanza", afirma el recién llegado a la vez que le exhorta a que no la pierda.
El diagnóstico
Nena mueve las manos con timidez, tarda en responder las preguntas, pero levanta la voz cuando habla. A sus 42 años no sabe leer ni escribir. Asegura que apenas sabe firmar con su nombre, pues Magdalena, una de las señoras con las que trabaja en casa de familia, le estaba enseñando antes de que ocurriese lo de Danny.
Con la vista al suelo, ella rememora el 23 de septiembre: "Cerca de las cuatro de la tarde, yo estaba trabajando cuando me llamó el hermano mío preguntándome si había salido del trabajo. Le dije que no. Me dijo que Danny estaba en el Darío, que tuvo un problema, pero no me dijo lo que era. Cuando llegué al Darío, no lo encontré porque lo tenían en el Hospital Ney Arias. Después vi a unos vecinos míos. Me dijeron que lo iban a traer. Al rato de esperar llegó en una ambulancia bañado en sangre. Las manos manchadas. Lleno de lodo en los pies. Vomitando sangre a dos manos e hinchado. Yo no lo conocí con la cara así. Me volví loca. No encontré ni qué hacer".
A tres meses de lo sucedido, Danny es recordado en el Darío Contreras. El doctor Héctor Zorrilla, coordinador de residencia del hospital, explica que cuando se trata de una herida que lesiona los dos glóbulos oculares llama mucho la atención: "Hemos tenido cientos de casos. Yo tengo aquí desde el año 92 y hemos tenido múltiples casos de pérdidas bilaterales, pero no es un caso que se produce todos los meses ni todas las semanas. Llama la atención a todos por el asunto humano, por el asunto de que perdió los dos ojos. ¿Qué va a hacer ese paciente ahora?".
La doctora Karina Cubilla, quien lo atendió, detalla el paso de Danny por el departamento de Cirugía Buco Maxilo Facial del Hospital Darío Contreras, donde ella es residente de cuarto año: "A Danny lo recibimos alrededor de las 12 de la noche con un historial de haber llegado a la emergencia del Darío como a eso de las 11 de la mañana. Lo recibimos con un diagnóstico de una herida de arma de fuego en la región frontotemporal, con orificio de salida en el malar derecho".
Cubilla, quien es panameña y se encuentra en el país gracias a un acuerdo de cooperación entre los ministerios de Salud de Panamá y República Dominicana (según confirma el Dr. Ramón Pichardo, jefe de Servicio del Departamento de Cirugía Buco Maxilo Facial), asegura que este caso es multidisciplinario: "En ese momento de emergencia lo estabiliza, lo controla, pues en el diagnóstico también vemos que hay una perforación de los globos oculares, para eso necesitamos imágenes y servicios de oftalmología, y se hacen las interconsultas. Al ser eso la prioridad de Danny, pues se manda fuera a hacerse otros estudios especializados, al Hospital Traumatológico Dr. Ney Arias Lora, a que lo vea neurocirugía, y que le den de alta".
La doctora recuerda que Danny estuvo consciente y respondió a todas las preguntas que le hicieron: "Él regresa al hospital a eso de las medianoche, entonces el departamento de oftalmología lo ve y maxilo facial lo ingresa para empezar a darle seguimiento a las heridas que presenta. Oftalmología le hace la evisceración de los dos glóbulos oculares (remoción de los contenidos oculares), ya que estaban perforados, para luego colocar prótesis".
El doctor Zorrilla añade que la nariz también se fracturó, porque la dirección del proyectil atravesó las dos cavidades orbitales y el tabique que está en el medio de ambas: "Al fracturar la nariz, los filamentos olfatorios bajan desde la masa encefálica por unos hoyitos muy pequeñitos y una lámina cribosa muy fina, parecida a un papel. Cuando la bala le da a esa parte, fractura todos los filamentos nerviosos del olfato. Al fracturarlo, y con el mismo procedimiento de levantarlo, pierde el olfato; es algo que se llama anosmia. Él lo va a recuperar en seis u ocho meses, un año, dependiendo la magnitud del trauma".
Una actitud poco común
Ante la pregunta de qué tan cerca estuvo Danny de la muerte, el doctor Zorrilla responde: "Yo diría que la frontera entre la vida y la muerte fue más fina que una hoja de papel. Aun habría que ver en el tiempo, porque los traumas producen consecuencias posteriores a distancia. Habría que ver el grado de quemadura, qué tanto quemó hacia la masa encefálica, incluso lesiones posteriores como epilepsia. Las lesiones del trauma son indeterminadas".
Danny asegura que si no hubiese volteado al escuchar los disparos, la bala que le hirió pudo haberle dado en la nuca: "Yo escuché el tiroteo, cuando miré para atrás el tiro me entró y me caí del motor. El motor recibió cuatro disparos y no se lo robaron".
La doctora Cubilla finaliza la entrevista asegurando que Danny la ha dejado sorprendida, pues desde el principio se ha mantenido muy positivo ante su trauma; algo que también ha sorprendido a su familia.
Daniel, su hermano mayor y padre de Andre, estuvo a punto de ganarse RD$500 limpiando cisternas en la Carretera Mella cuando le comunicaron la noticia: "No logré terminar el trabajo. Me puse tembloroso, y pedí que me llevaran al Darío. Cuando llegué lo vi en mal estado, con los ojos brotados, con la cara hinchada. Me desesperé y hasta le di un golpe a un zinc, un seguridad me llamó la atención. Cuando me calmé de verdad fue cuando lo escuché hablando. Él con su tiro en la cabeza me dijo: ‘Daniel, yo estoy tranquilo".
Nena corrobora lo que dice su hijo de 23 años al asegurar que todos estaban llorando alrededor de Danny, mientras él les pedía que no lo hicieran, que tengan fuerza.
El psiquiatra Enrique Silié afirma que su actitud es un mecanismo de defensa, pero que en cualquier momento podría caer en una depresión transitoria.
Inocente hasta que se demuestre lo contrario
En el Darío Contreras, un policía se acercó a Daniel y le preguntó si era familia de Danny, a lo que él respondió que era su hermano. El policía le informó que en el destacamento de Los Mina le entregarían la cartera y los documentos de Danny: "Cuando llegué (al destacamento), di mi nombre y me dijeron que siguiera al fondo. Me sentaron y me hicieron par de preguntas. Dije que era el hermano de Danny González, el abaleado. Desde que me escucharon, me agarraron, me entraron a golpes y me dijeron: ‘Tú eres ladrón".
Daniel asegura que le exigieron que buscara la pistola: "Yo pregunté que cuál pistola. Me dijeron que a mi hermano le dieron un tiro por estar robando, y yo pregunté que quién les dijo eso a ellos, porque mi hermano se va todos los días temprano a trabajar para el mercado. Me dijeron que yo andaba con él. Me agarraron preso. Me quitaron un teléfono, después me lo entregaron. Le entregaron a otra persona la cartera de Danny, sin el dinero. Eso fue lo que me dijeron. Después que me soltaron, la misma policía me llevó al Darío".
Según Danny, en su cartera tenía el dinero que le quedó de ir al mercado, más los que le dieron del pedido que estaba llevando: "Ellos se quedaron con ese menudo, pero me devolvieron la cédula y la cartera vacía".
Un expediente de la Policía Nacional, al que Diario Libre tuvo acceso, establece que el comerciante Francisco Rivera Reyes, de 32 años, le ocasionó el disparo que le quitó la vista a Danny en el sector de Alma Rosa.
La versión de Rivera es que a las 11:55 a.m., Danny junto Wellin Estephan Encarnación, de 21 años; Aneury de Jesús, de 18 años, y otro joven no identificado, ingresan a su negocio (Villar Aisha) a despojarle la suma de aproximadamente RD$80 mil y un celular Blackberry, en momentos en que realiza, junto al administrador Emmanuel de Jesús Reyes, el cierre de la venta del día anterior. Al momento de emprender la huida, los supuestos atracadores realizan varios disparos a lo que Rivera responde con una pistola Norinco 9 mm, marca 102479, que porta de manera legal. Danny resulta herido y, bajo esas circunstancias, sus acompañantes lo llevan a la parada de las guagüitas de Brisas del Este.
Pese a la acusación, Danny no tiene ficha en la Policía Nacional y está libre. En su opinión, quienes le dispararon son del sector, pero él no los conoce y sus vecinos no le han dicho nada: "Mi hermano estuvo caminando, pero lo amenazaron que si sigue investigando lo que puede pasar es que tenga un problema él también. Daniel dijo que dejemos eso así y que nos agarremos de Dios. Que Dios resuelve mejor".
Aprender a leer aunque sea con los dedos...
Danny cumplió 20 años el pasado 17 de septiembre, pero no ha culminado la escuela. Las precariedades en que vive su familia le hicieron desertar en el octavo curso, algo que sin dudas le ha dificultado cumplir su más grande sueño: construirle una casa grande a su mamá.
A pesar de las privaciones en que vive su familia (su madre gana RD$8 mil en casa de familia y su padre es amolador de cuchillos y tijeras), Danny no pide dinero: "Mi sueño ahora es seguir estudiando, a ver si me ayudan a ir a una institución de ciegos a aprender, ni aunque sea a leer con los dedos. Aprender a caminar solo y seguir echando para adelante, porque ya que uno está así no se puede afligir demasiado. Hay que echar para adelante. Quisiera una ayuda para que me pongan a estudiar".
Actualmente a Danny le ayudan sus hermanos: "El que trabaja, Randy, siempre que viene me trae la comida. Mi papá cuando llega de trabajar si no tengo la pastilla va y me la compra. Así nos ayudamos uno al otro. Yo estaba acostado cuando ustedes llegaron. Yo me baño. He practicado. Salgo allá alante, toda la orilla del zinc la voy tocando con el bastón. Y vuelvo y entro. Mis amigos trabajan y vienen a visitarme en las tardes cuando salen de trabajar. Así cuando están libres; los sábados y domingos se sientan conmigo".
De su vida anterior extraña ver los colores, la luz del sol y el lavar su propia ropa. Antes de trabajar en el colmado, Danny ‘se buscaba el moro' en una metalera que compra hierro y cobre, así como en un mercadito de Barrio Nuevo: "Yo cogí este trabajo del colmado porque no había más trabajo de cerámica, porque yo sé poner cerámicas. Trabajé mucho en Juan Dolio, llegué a ir a Bávaro, la 27, la Tiradentes, detrás del Banco Central. A eso era a lo que me estaba dedicando, pero ya no había más trabajo porque al maestro de nosotros lo secuestraron y mataron porque estaba cobrado. Carlos José Rubí Torres nos enseñó a trabajar. Ya hace como tres años de su muerte; fue para un 23 de diciembre".
Cuando le preguntamos si conoce el caso de la ingeniera Francina Hungría, quien perdió la vista a finales de 2012 producto de un intento de atraco, él dice que la llegó a ver algunas veces cuando ponía cerámicas: "El caso de Francina es difícil porque es el mismo caso mío, que no debería existir con estos delincuentes. Esa es una mujer educada, inteligente y con mucho trabajo que estaba haciendo. Difícil el caso, porque uno está viviendo en la oscuridad".
A los tres días Danny se reúne con Francina Hungría en el edificio del periódico Diario Libre. Es por esto que él, junto a su hermano Daniel y su sobrino Andre, es transportado en un vehículo del medio.
Durante el encuentro, Francina lo felicita por mantener una actitud positiva y le exhorta que se acerque más a Dios. Hungría también lamenta que este tipo de hechos sigan pasando en República Dominicana: "Lamento mucho la debilidad del sistema, que permite esas cosas, pero no es algo que me quite el sueño. Creo que es el primer paso para levantarse de una cama y estoy casi segura de que Danny se siente igual".
Danny, un poco nervioso, responde que su caso lo ha dejado a Dios: "Él hace mejor justicia que el ser humano; para mí es mejor que meta su mano con ellos y con nosotros también... Esto es un ejemplo para los jóvenes como yo, hay muchos que no entienden muchas cosas de la vida, es un ejemplo para que cojan cabeza de que el daño que se le hace al ser humano no es bueno, porque así como se lo hacen a uno les puede pasar peor. Uno no quisiera ver a nadie en una situación como la que estamos nosotros ahora mismo. De mi parte yo me siento bien como estoy, le agradezco a Dios que aunque sea estoy vivo. Aquí le dejé mi historia al mundo".
Tan pronto las luces de la cámara se apagan, Francina le pregunta a Danny por dónde le penetró la bala. Él en tono de broma le responde: "Por la noventa y nueve... cerca de la sien".
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