«Fui elegido porque obviamente encajaba con lo que Hitler pensaba que era un buen hijo ario», ha dicho
Gerhard Bartels tenía
la fisionomía perfecta del niño ario. Su tez blanca, ojos azules
claros, y sus cachetes sonrojados representaban el ideal de hombre
perfecto según Adolf Hitler, por lo que el dictador no dudó en usarlo para hacer propaganda nazi justo antes que empezara la Segunda Guerra Mundial.
En los años antes del conflicto bélico, el rostro de
Bartels apareció en postales, libros y material de campaña que ensalzaba
al régimen nazi. Cuando fue fotografiado con el dictador, Bartels tenía
solo cuatro añitos. Ahora, ocho décadas después, y cuando se celebran 70 años del fin de la II Guerra Mundial,el hombre rompe su silencio y habla sobre cómo fue su encuentro con el «Führer».
Según rescata el «Daily Mail»,
Bartels ha recordado que a sus cuatro años sus padres le ordenaron que
buscara su mejor ropa porque «iba a conocer al Fuhrer». «No me permitían jugar ese día con los otros niños para que no ensuciara mis ropas. No me gustaba nada de aquello, porque yo solo quería salir a jugar».
Bartels fue seleccionado, porque su tío, Isidor Weiss, era amigo de Hitler. Su rostro se usó para una campaña nazi que buscaba la adopción de niños arios.
Weiss entabló amistad con Hitler durante la Primera Guerra Mundial. Los
padres de Bartels eran dueños del hotel Alpenhof, ubicado al lado del Hotel bávaro Weiss, del que Hitler era un visitante regular.
«Hitler era un gánster.
Los nazis me usaron con fines de propaganda. Se me usó para mostrar el
amor de Hitler por los niños. Pero todos los dictadores hicieron lo
mismo, desde Mussolini a Stalin. Yo fui elegido porque obviamente encajaba con lo que Hitler pensaba que era un buen hijo ario», quien sigue trabajando en el hotel alpino.
Bartels ha señalado que cuando conoció a Hitler no cumplió
con las instrucciones de saludar con las palabras habituales «Heil Mein
Führer». «Incluso a una edad tan temprana, en el fondo yo sabía que me estaban manipulando», ha dicho.
Heinrich Hoffmann,
el fotógrafo personal de Hitler fue el encargado de hacer las
instantáneas del pequeño, que recuerda de forma especial la fotografía
que le hicieran en 1936. «Yo estaba feliz de ser fotografiado porque pensé que iba a tener una gran rebanada de pastel de manzana», ha dicho. Otras personas datan la fotografía en 1937.
«Pero su fotógrafo se llevó todas las fotos y 80 años después sigo esperando ese trozo de tarta. Como muchas otras promesas de Hitler, lo que decía en el momento sonaba bien pero no era lo que él quería hacer», ha señalado.
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