Las personas con este trastorno tienen alterada su capacidad de responder ante olores agradables o desagradables
Ofer Perl
Gracias a esta cánula se mide el flujo de aire ante diferentes olores
Nuestro organismo tienen la capacidad de aumentar o reducir
el flujo de aire a través de la nariz ante un oler agradable o
desagradable. Pero parece que el de las personas con autismo no. Lo
muestra una investigación que se publica en «Current Biology»
que ha visto que las personas con trastorno del espectro autista (TEA)
no realizan este ajuste natural como el resto de las personas. Las
personas con autismo inhalan la misma cantidad de aire,
independientemente de si el olor es agradable o asqueroso.
Según los autores del estudio, los hallazgos sugieren que las pruebas no verbales relacionadas con el olor podrían servir como indicadores tempranos para el diagnóstico del autismo.
«La diferencia en el patrón olfativo entre los niños con un desarrollo
normal y los que tiene autismo era abrumadora», aseguró Noam Sobel, del Instituto Weizmann (Israel).
Procesos atrofiados
Se sospechaba que las personas con autismo presentan
deficiencias en las plantillas del cerebro que sirven para coordinar a
la perfección los sentidos y acciones. Ahora, el equipo de Sobel y Liron
Rozenkrantz han analizado las respuestas olfativas en 18 niños con este
trastorno y otros 18 niños con desarrollo normal (17 niños y 1 niña en
cada grupo) ante una serie de olores agradables y desagradables.
Y los resultados mostraron que mientras que los niños
típicos ajustaban el flujo de aire a 305 milisegundos al sentir un olor
desagradable, los niños con autismo no mostraron dicha respuesta. Y esta
diferencia en la respuesta olfativa entre los dos grupos fue suficiente
para clasificar correctamente a los niños con o sin un diagnóstico de
autismo en el 81% del tiempo.
Los resultados sugieren que una prueba basada en el olfato podría ser muy útil en la clínica. «Podemos
identificar el autismo y su gravedad con una gran precisión en menos de
10 minutos usando una prueba que es completamente no verbal y no
implica ninguna tarea del niño», destaca Sobel. En su opinión, la
información podría servir de base para el «desarrollo de una
herramienta diagnóstico muy útil en la clínica para los niños más
pequeños, con sólo unos pocos meses de edad. Dicho diagnóstico precoz
permitiría una intervención más eficaz».
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