En
una época donde lo único que hace falta para ver un vídeo es acceder a
una página web, a menudo olvidamos la proeza técnica y el maravilloso
ejercicio de ingeniería que suponían los antiguos proyectores de cine.
Este vídeo, del siempre genial Engineer Guy explica hasta el último
detalle de un proyecto clásico.
La mayoría
de proyectores actuales son digitales, es decir, la película se
reproduce desde un archivo en lugar desde un rollo de cinta que contiene
la película. En este último caso, la teoría parece sencilla, cuanto más
ancha y más grande es la cinta mayor resolución tendrá, sólo hay que
proyectarla a un número lo suficiente elevado de fotograbas por segundo y
automáticametne se creará la ilusión óptica que nos permite ver una
imagen animada.
La
práctica, en cambio, es mucho, mucho más compleja. Reproducir la
película directamente aunque sea a 24 fotogramas da como resultado un
efecto borroso y en el que el obturador interfiere todo el rato con la
cinta provocando un “parpadeo”. Para que no ocurra, hace falta que se
conjuguen varios elementos mecánicos dentro del proyector.
Mediante
una serie de muelles, bielas y engranajes se consigue que un pequeño
metal avance y retroceda con cada fotograma haciendo correr el rollo de
película que pasa por el proyector. El mecanismo necesario para que eso
ocurra ya es de por sí bastante inteligente, pero no es el único, para
reducir al máximo el parpadeo (flickering) hizo falta desarrollar un obturador de 3 hojas que tapan la luz en el momento exacto.
La belleza de la sincronización
¿Y el
sonido? Una vez la película pasa por delante del foco de luz, más
adelante lo hace por un sensor luminométrico que registra el sonido
impreso en un lado de la cinta. “Imprimiendo” el sonido en la banda
lateral se consigue que llegue más o menos luz al sensor, cuanto más
alto sea el volumen más ancha esa esa impresión, cuando más tenue más
estrecha. Puesto que el sensor está unos fotogramas por delante de la
lámpara se debe añadir además un retardo para que se sincronice.
Esa es,
probablemente, la belleza inherente de un proyecto de cine, todo está
divina y maravillosamente sincronizado mediante un eje central que
cuando junta adecuadamente luz, sonido e imágenes nos permite hacer algo
que hoy resulta tan mundano como ver una película.
Por eso
eran necesarios, en su época, operarios que cambiasen las diferentes
cintas (muchas veces eran varias por película) y se encargasen de que el
funcionamiento fuese el apropiado. Era un trabajo duro, y debido a que
el film de la cinta era extremadamente inflamable y al calor que emitían
las lámparas los incendios eran bastante frecuentes. Uno de los mejores
homenajes a ese cine clásico y a los operadores de cine es Cinema Paradiso, con la inolvidable banda sonora de Ennio Morricone.
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