Shell
Oil lleva desde 2007 explorando la zona del Ártico al norte de Alaska
en busca de petróleo. Hoy, la petrolera acaba de anunciar su renuncia a
perforar este frágil ecosistema en busca de crudo y gas. La noticia es
buena, pero el cese de actividades no se debe a una súbita conciencia
ecológica en Shell.
En julio de este año, el director ejecutivo de Shell, Ben van Beurden, se frotaba las manos. La compañía esperaba hallar yacimientos de 26.000 millones de barriles de crudo en la zona del Ártico, más que en el Golfo de México.
En agosto,
Estados Unidos dio luz verde a la petrolera para abrir el primer pozo de
prospección. Apenas un mes después, Shell Oil ha anunciado oficialmente
que renuncia a extraer petróleo de la zona.
Hay varios
factores que han contribuido a esta decisión. El primero es que los
resultados de esta primera prospección han sido muy decepcionantes. El
segundo es el propio clima del Ártico, que complica mucho cualquier
operación. Las protestas de los ecologistas también han sido un factor,
pero la principal razón por la que Shell abandona esta parte de Alaska
es sencillamente que la extracción no es rentable. El precio del barril
de petróleo ha caído de forma brutal. De cifras por encima de los 100
dólares por barril, ahora está por debajo de los 50. A ese precio
sencillamente no es negocio seguir perforando el Ártico.
Shell Oil
ha gastado más de 3.100 millones de dólares en explorar la zona. Pese al
gasto, los inversores de la compañía han recibido positivamente la
decisión de abandonar Alaska. Aunque sea por las razones equivocadas, el
planeta puede tomarse un pequeño respiro hoy. [vía The New York Times]
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