La historia es sencilla: un mendigo rasta, harapiento y hambriento, duerme cada noche en la puerta de un negocio. El dueño, un asiático, lo echa cada mañana con un método diferente, casi siempre con brutalidad y muy enojado.
Un baldazo de agua fría, gritos y golpes con objetos diferentes, y hasta patadas cuando sospecha que ha sido el mendigo el responsable del olor a orina que encuentra en la vereda de su local.
Sin embargo, un día el mendigo desaparece y el dueño del local quiere saber qué ha sucedido con él. Entonces se percata que quien dormía cada noche pegado a la persiana del comercio también oficiaba de sereno, espantando a quienes pretendía ensuciarlo, ya sea con pintadas o con la misma orina que el dueño creyó que era su responsabilidad.
Tanto defendió al negocio que terminó enfrascado en una pelea en la que es asesinado por dos delincuentes. Descubrir, gracias a las cámaras de circuito cerrado de TV que tiene instaladas, esto le produce un gran dolor y arrepentimiento al dueño del local.
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