No se trata de un defecto del cerebro, sino de un mecanismo que hace que observemos los términos como un todo, en global, y de un exceso de confianza del lector adulto. También interviene la dinámica de la mirada de los ojos
¿Por qué medio mundo cuando lee la palabra
«independista» la entiende como aquella persona que quiere desgajarse
de una atadura, sea territorial o emocional, concreta? ¿No ve que está
mal escrita, no tiene sentido y le falta la sílaba «den» y «t-ista...»?
¿Cuál es la razón para que nuestro cerebro rellene automáticamente el vocablo con las letras que faltan e interprete su significado?
Simplificando mucho, se podría decir que la respuesta a esa pregunta sería -literalmente- un exceso de confianza:
«Hay dos formas de leer, la global y la fonológica [letra a letra], los
lectores expertos utilizan la global, que es mucho más rápida, pero
lleva también a que no se detecten errores como "independista"», explica Francico Claro Izaguirre, profesor titular de Psicobiología de la UNED y del máster en Neurociencia de la Universidad Autónoma de Madrid.
Ese «exceso de confianza» nos lleva a
pasar por alto errores que detectaría un niño de 7 años. «Seguro que
hubiera leído "independista" porque es una palabra que normalmente no
conocerá, y en vez de leerla de forma global, como la mayuoría de los
adultos, la leerá de forma fonológica», añade Claro Izaguirre.
El siguiente ejemplo demuestra que leemos de forma global:
“Sgeun un etsduio de
una uivenrsdiad ignlsea, no ipmotra el odren en el que las ltears etsan
ersciats, la uicna csoa ipormtnate es que la pmrirea y la utlima ltera
esetn ecsritas en la psiocion cocrrtea”.
Para los lectores experimentados, un
desorden o intercambio en las letras no impide la lectura del término y
reconocer a qué alude. En el caso de la palabra «independista» sería en
seguida «identificado» como «independentista» y asociado a personas
como Artur Mas u Oriol Junqueras, por ejemplo.
«Rellena la información incompleta»
Luis Muiño,
psicoterapeuta, afirma en un artículo que «nuestra mente rellena la
información, a veces incompleta, que recibimos a través de los
sentidos». ¿A qué se debe ese fenómeno cognitivo? De acuerdo con un
estudio suyo, «durante mucho tiempo algunas de esas anormalidades se
vieron como errores del funcionamiento cerebral. La neurología o la
psicología trataron de averiguar qué había fallado en el procesamiento
de la información de esas personas que veían cosas que no existían». Sin
embargo, son más bien una adaptación.
Por eso, esta forma de funcionar del
cerebro no solo se limita a la lectura, sino que ocurre en todos los
ámbitos. Un ejemplo, ver figuras en las nubes. O en una tostada, o el
papel pintado de la pared... Y es que nuestro cerebro está cableado para
percibir rostros humanos incluso donde no los hay. Estas percepciones
ilusorias se denominan pareidolias y son muy comunes.
Esta tendencia a detectar rostros en lo que simplemente
es un estímulo visual ambiguo y aleatorio sin una forma concreta, como
una nube, podría tener un alto valor adaptativo, puesto que las caras
tienen gran importancia en nuestra vida social. «La misión del cerebro es adaptarse al medio, no recopilar todos los datos con precisión», dice Muiño.
«La misión del cerebro es adaptarse al medio, no recopilar todos los datos»
«Nuestra mente posee, además, otro mecanismo adaptativo
que, sin embargo, parece conducir a errores puntuales de interpretación
poco importantes para la supervivencia. Se trata de nuestra tendencia al
cierre, a completar la información que nos dan nuestros sentidos para
componer una estructura global», resalta Muiño y cita a especialistas
como Christopher French,
psicólogo de la Universidad de Londres, que estudian exhaustivamente en
la actualidad los mecanismos de la pareidolia, la ilusión que hace que
percibamos un estímulo sin sentido o ambiguo como algo definido.
Susana Martínez-Conde, neurocientífica y catedrática de Oftalmología en la Universidad estatal de Nueva York,
añade conceptos como la dinámica de la mirada de los ojos que acaban
por explicar por qué todos los adultos leemos bien una palabra mal
escrita, además de larga extensión como es la citada, «un fallo que no
cometería un pequeño que está aprendiendo a leer y que se fija en cada
letra de forma individual», alega. No obstante, para los mayores, «en el
momento en que ya ganas experiencia y automatismo en la lectura, se
nota hasta en el propio movimiento de los ojos. La mirada no se posa en
cada sílaba y en una palabra tan larga como ésa fijas la mirada en un
punto y hasta intuyes el resto». Prosigue: «Hay otro elemento que entra
en juego y es que solo tenemos la visión de alta resoluciónen la fóvea.
En una palabra larga que se extiende más allá de la fóvea, no observas
toda la palabra con alta resolución de imagen y es muy fácil que vayas a
adivinar el resto de la palabra y deduzcas el significado».
«Los adultos -explica la neurocientífica galllega desde
Nueva York- no nos detenemos en cada sílaba, no nos fijamos en toda la
palabra, fijamos la mirada en un punto de la palabra e intuimos el resto
basándonos en el contexto y también en nuestra experiencia anterior.
También se produce el rellenado de huecos imprescindible para compensar
las limitaciones neuronales y tenemos la necesidad de asimilar
información de forma rápida para la toma de decisiones, es decir, sin
pararnos demasiado en pensar. Si no fuese así, la lectura sería mucho
más lenta y asimilaríamos muchos menos contenidos. Como en
"independista" hay, además, una reiteración de sílabas, cuando ésta se
pierde, nuestro cerebro tienede a obviar lo redudante, así que no nos
llama la atención que falte una sílaba como la que falta. No ocurriría
lo mismo -saltarían las alarmas neuronales- si en medio de esa palabra
hubiese mal escrita una sílaba como "xu", por ejemplo».
En conclusión, no sería un defecto de la mente
el que produce tal interpretación conjunta del vocablo mal escrito,
añade Martínez-Conde, sino que actúan varios elementos y razones, desde
el rellando hasta la dinámica de los ojos durante la lectura. De acuerdo
también con lo que dictan las llamadas leyes de la Gestalt, como la ley de similitud, nuestro cerebro agrupa cosas que tienen alguna propiedad visual común y también en base a la «ley de clausura», «si una línea forma una figura cerrada o casi cerrada tendemos a ver una figura superficial encerrada por
una línea en lugar de ser simplemente una línea». Y ahí entraría
también la explicación a por qué redondeamos ciertas secuencias de
letras sin sentido. A priori.
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