Un estudio descarta el papel de los genes en las preferencias estéticas
Germine ET.Al.
¿Le parece guapa Charlize Theron?
Probablemente, la belleza clásica y elegante de la actriz sudafricana
encontrará pocos reproches. Como tampoco los tuvo en su momento la
delicada Grace Kelly. Pero, ¿y si le preguntamos por la modelo Kate Moss o la española Penélope Cruz?,
¿quién diría que es más atractiva? Pruebe a hacer este test con algunos
de sus amigos y seguro que encuentra opiniones divergentes. Eso es lo
que ha hecho un grupo de psicólogos de la Universidad de Harvard y del
Wellesley College de Massachusetts en Estados Unidos. No han preguntado a
sus amigos, pero sí a más de 35.000 voluntarios para demostrar que las preferencias estéticas son personales, intransferibles, e importa mucho la experiencia personal de cada individuo. En definitiva, que la percepción de la belleza depende los ojos de quien la observa.
Quizá no se necesite una investigación sesuda para
demostrar que hay tantos gustos como colores, sin embargo, los
resultados que se publican en la revista «Current Biology» ofrecen detalles curiosos.
La genética no importa
Uno de ellos es que la genética de cada individuo no parece interferir en la decisión. Este dato es importante porque la habilidad de cada persona para reconocer caras es diferente y sí está predeterminada por la genética.
Como también se pueden transmitir de padres a hijos, rasgos
psicológicos como la personalidad. Sin embargo, la genética no parece
ejercer ningún poder en los gustos estéticos, según se ha podido
demostrar.
Los investigadores estadounidenses pidieron a más de 35.000 voluntarios a través de su web www.TestMyBrain.org que valoraran la belleza de 200 rostros. Y además usaron la misma prueba con 547 parejas de gemelos (clónicos, con genes idénticos) y 214 parejas de mellizos (solo comparten la mitad de los genes) para valorar el peso de la genética en el gusto.
Canon de belleza
La respuesta del estudio es que los canones de belleza no
están predeterminados por los genes, sino por cuestiones que pueden
tener una mayor influencia como el canon estético con el que nos
bombardean los medios de comunicación, las redes sociales o nuestros
amigos. Incluso puede que el rostro de nuestro primer novio o novia también empiece a perfilar nuestras preferencias.
La investigación estima que las personas coincidimos en un 50% en lo
que se considera un rostro bello y divergemos en la misma proporción.
«El impacto de la experiencia personal en las preferencias
por uno u otro rostro proporciona una nueva ventana en la evolución y
arquitectura del cerebro social», argumenta Laura Germine de la
Universidad de Harvard. El trabajo ahora abre un nuevo campo de
investigación que permitirá saber cómo nuestra experiencia también puede
modular preferencias para otras cosas tan dispares como el gusto por el
arte, la música o las mascotas.
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