Las pirámides siguen siendo una fuente inagotable
de leyendas, pero también de descubrimientos científicos. El año que
viene, un grupo de arqueólogos tratará de desentrañar algún nuevo
misterio de estas construcciones mediante una técnica poco habitual:
aprovechar los rayos cósmicos.
La técnica no es nueva. Se llama tomografía de muones, y se ha convertido en una tecnología muy popular para detectar posible contrabando de materiales radioactivos o para monitorizar la actividad de volcanes. En 2008, un equipo de arqueólogos de la Universidad de Texas empleó tomografía de muones para tratar de descubrir nuevas cámaras ocultas bajo las pirámides mayas de Belice. Más recientemente, se ha utilizado para analizarlos reactores de la malograda planta nuclear de Fukushima
El origen de la tomografía de muones se remonta a 1950, fecha en la que se utilizó por primera vez para detectar un túnel en Australia. En esencia, se trata de una tecnología no muy diferente al georradar (Ground Penetrating Radar o GPR) o los Rayos-X, solo que en vez de emitir señales electromagnéticas, lo que hace es medir la manera en la que los muones se mueven al atravesar una estructura.
Los muones son partículas subatómicas de alta energía que forman parte de la radiación cósmica. Atraviesan la materia y penetran en el suelo. El primer experimento que trató de utilizar esta técnica para detectar cámaras ocultas en las pirámides de Egipto data de 1960. Ese año, el físico y premio Nobel estadounidense Luis Walter Alvarez utilizó un detector de muones para tratar de localizar nuevas cámaras en la pirámide de Kefrén, en la necrópolis de Guiza. El sistema aún era muy rudimentario y la medición falló.
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