El periódico inglés The Guardian publicaba ayer un artículo en el que se aseguraba que para salvar al planeta, no había mejor decisión personal que hacerse vegetariano. Para llegar a esta conclusión, la periodista Madeleine Somerville tira de datos: hace falta 160 veces más terreno y emitir 11 veces más gases contaminantes para obtener un kilo de ternera que para poder obtener un kilo de arroz o de otro tipo de cereales.
Pero
un estudio publicado en Estados Unidos ha llegado a la conclusión
contraria: comer sano y comer vegano puede llegar a ser perjudicial para
la salud del planeta. Parece un contrasentido, pero esa es la moraleja a la que han llegado un grupo de investigadores de la Universidad Carnegie Mellon de Estados Unidos.
En el estudio, publicado en la revista Environment Systems and Decisions, se analiza qué
pasaría si toda la población de EE.UU. siguiera las normas exactas de
alimentación recomendadas por el Departamento de Agricultura del
gobierno del país. El equipo imaginó tres escenarios: una
reducción en las calorías consumidas pero sin hacer cambios en la dieta;
un cambio hacia una dieta vegetariana muy abundante, pero sin reducción
calórica; y por último, una mezcla de las dos anteriores, que es lo que recomienda el gobierno de Obama.
Además, los investigadores analizaron el impacto sobre el ecosistema de los anteriores tres escenarios. Aspectos como el agua necesaria para sostener cada tipo de dieta y las emisiones de gases contaminantes.
En
el primer escenario, en el de la dieta similar a la actual pero con
menos ingesta calórica, tanto las emisiones como la necesidad de agua se
redujo un 9%, según la simulación. Sin embargo, en las dietas 2 y 3,
en las que en un caso se eliminaba la carne y se aumentaba el consumo
de pescado, frutas y hortalizas, o en la que se adaptaba la dieta
mediterránea, el impacto verde era mucho mayor.
En
la dieta 3, se necesitaba hasta un 38% más de energía para sostener el
consumo alimenticio, mientras que era necesario un 8% más de agua y un
6% más de emisiones contaminantes. Datos incluso peores con la dieta vegetariana, que necesita un 40% más de agua, un 10% más de emisiones contaminantes y 20% más de energía.
Los autores de la investigación tomaron como referencia una dieta vegetariana y no vegana. Por
lo tanto, se tuvo en cuenta en ese hipotético escenario un crecimiento
fuerte en el consumo de productos lácteos, uno de los sectores que más
emisiones contaminantes producen.
Los
resultados del estudio no pueden ser extrapolables a Europa, ya que en
Estados Unidos la comida no suele proceder de lugares cercanos a donde
va a ser consumida. En el trabajo de Carnegie Mellon se da gran importancia al transporte de los alimentos, un factor que dispara el daño ecológico.
Es muy probable que si se hubiera tenido en cuenta otros escenarios, como vegano,
en el que no se consumirían productos lácteos, o el vegano con menos
aporte calórico -por reducción de productos con azúcares añadidos- el resultado hubiera sido muy diferente.
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