Una ruda epidemia afecta a Estados Unidos, y aunque ningún virus agresivo o bacteria resistente es la responsable, ya ha cobrado miles y miles de vidas y afectado a amplios grupos sociales.
Se trata del enorme fenómeno de adicción a medicamentos opiáceos, fármacos contra el dolor que requieren receta médica, que se ha agravado en años recientes (con la introducción de nuevos medicamentos y una mayor disposición de los médicos a recetarlos) y ha conducido a multitud de fallecimientos por sobredosis y al sufrimiento de miles de adictos y sus familias.
Y si a ese problema se añade el de la adicción a la heroína, el panorama de salud pública se vuelve aún más delicado.
El medicamento contra el dolor Oxycodone, uno de los opiáceos cuyo consumo desmedido genera adicciones, sobredosis y muertes. (AP)
Una encuesta de la Kaiser Family Foundation le pone cifras a la devastación causada por esa epidemia de adicciones a medicamentos opiáceos y heroína: el 44% de los encuestados por esa institución indicaron que conocen a una persona adicta a los medicamentos contra el dolor, y de ellos el 21% dijo que se trataba de un amigo cercano y 20% de un familiar.
Además, aunque las personas consideran la adicción a la heroína (una droga ilegal) un problema más serio que la adicción a los fármacos opiáceos, ambos son considerados fenómenos muy graves: el 71% de los encuestados considera la adicción a la heroína como un problema extremadamente serio o muy serio en Estados Unidos, cifra que es 66% en el caso de los opiáceos. Ambos superan en la percepción de los encuestados al abuso del alcohol, considerado como un problema extremadamente serio o muy serio por el 57% de los encuestados.
Con todo, pese a lo grave del asunto, el estudio de la Kaiser Family Foundation indica que la gente percibe que no se han realizado aún las acciones necesarias para enfrentar esa epidemia. Los propios adictos a los medicamentos opiáceos no hacen lo suficiente para atender su problema (77%), pero tampoco lo hace el gobierno federal (62%), los de los estados (61%), los médicos que prescriben esos fármacos (56%) o la policía que aplica las leyes relativas a drogas y fármacos controlados (36%).
No hay soluciones simples, pues la adicción a los opiáceos y a la heroína, además de las circunstancias individuales de cada adicto, está enraizada en la crisis socioeconómica que agobia a muchas comunidades.
Por ejemplo, como comenta el periódico Business Insider, en Virginia del Oeste el muy alto índice de adicción, sobredosis y muertes relacionadas a medicamentos opiáceos tiene que ver con altos índices de desempleo y, al mismo tiempo, con una elevada dependencia, en los empleos que existen, de actividades manuales y de gran desgaste físico, como la minería o la explotación de los bosques. Y, en buena medida, en ese y muchos otros estados del país la adicción a los fármacos opiáceos y a la heroína está ligada a problemas económicos, falta de oportunidades y deterioro social.
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