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Los hombres que tomaban veneno a diario para que hoy millones de personas coman con garantías



Otoño de 1902. En un sótano de un edificio del gobierno en Washington se reúnen diariamente doce hombres jóvenes trajeados. Allí cada día departían y cenaban. Todo aparentemente normal si no fuera porque en el menú de cada plato había veneno, sustancias tóxicas que este grupo sabía y aprobaba. Estos hombres, contrario a lo que se pueda pensar, no estaban locos. De hecho, millones de personas tienen una deuda con ellos.


Los hombres que tomaban veneno a diario para que hoy millones de personas coman con garantíasDetrás de una de las investigaciones más peligrosas que tuvo lugar a comienzos del siglo XX estaba la figura de Harvey Wiley, nada menos que el hombre que más tarde sería el padre fundador de la Administración de Alimentos y medicamentos en Estados Unidos (FDA), es decir, la agencia responsable de la regulación de alimentos (tanto en personas como animales) y medicamentos.
El fin de este experimento no era, ni mucho menos, saber quién moría el primero. Tampoco se trataba de inducir a molestias digestivas. El plan trazado por estos hombres implicaba un estudio sobre cómo actúan muchos conservantes químicos en los alimentos en una época donde todavía no existían leyes para regularlos. El fin: demostrar si estos conservantes podrían perjudicar a las personas en el tiempo.
Así fue como se inicio el llamado escuadrón del veneno. Pero antes de llegar a ellos debemos empezar por la historia del hombre que cambiaría la forma en la que los estadounidenses se relacionaron con aquello que ingerían, Harvey Wiley.

Wiley, el químico que cambió las reglas de la alimentación


Los hombres que tomaban veneno a diario para que hoy millones de personas coman con garantías
Imagen: Harvey Wiley. Wikimedia Commons

Harvey Wiley nació en 1844 en Indiana. Hijo de un granjero se inscribió en la Universidad de Hannover en 1863 para dejarla un año después y alistarse en el ejército en 1864 durante la Guerra Civil americana. Luego volvería a Hannover donde acabó especializándose en ciencias humanas acabando sus estudios en el Colegio Médico de Indiana y doctorándose en 1871.
Tras graduarse el hombre acepta un puesto de profesor de química en la escuela de medicina, luego pasaría por Harvard y finalmente acepta un puesto en la facultad química de la Universidad de Purdue, lugar donde además es nombrado químico del estado de Indiana.
En 1878 un viaje lo cambiaría todo. Wiley asiste a unas conferencias de August Wilhelm von Hofmann, el célebre descubridor alemán de varios derivados del alquitrán orgánico como la anilina. Es en ese momento donde el hombre pasa a centrarse en el estudio de la química del azúcar. Tras meses de investigación en Pardue el químico pregunta al Consejo de Salud del estado de Indiana si es posible analizar los azúcares y jarabes a la venta que existen en el territorio. La idea era detectar cualquier tipo de adulteración. Sus últimos años en Pardue los pasó estudiando con la esperanza de ayudar a desarrollar en Estados Unidos una industria del azúcar con regulaciones. Así, en 1881 lleva a cabo su primer trabajo publicado donde examina la adulteración del azúcar con la glucosa.


Un año después, en 1882, deja Pardue y comienza en el cargo como Jefe Químico en el Departamento de Agricultura de Estados Unidos. Con él se introducía en la administración un nuevo conocimiento práctico de la agricultura, un enfoque comprensivo con los problemas de la industria agrícola y todo un talento para las relaciones públicas.
Y es justo aquí, tras un congreso donde se le pregunta sobre la seguridad de los conservantes químicos en los alimentos, cuando Wiley llega a la conclusión de que debían cambiar las regulaciones. Y la mejor forma para que la administración aceptara era probar que efectivamente estos conservantes podían ser tóxicos para los seres humanos.

El escuadrón del veneno


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Imagen: Parte del escuadrón. FDA

Y es que desde la década de 1880, momento en el que Wiley había comenzado su cruzada por conseguir la “pureza” de los alimentos, el mercado de Estados Unidos se inundó de productos muy pobres en cuanto a calidad, a menudo perjudiciales en sus ingredientes. No existían controles gubernamentales y esto daba pie a que muchos fabricantes sin escrúpulos pusieran en circulación productos adulterados, sustituyendo ingredientes por otros más baratos aunque luego la etiqueta del producto mencionara el original. Por ejemplo la miel se diluía en jarabe de glucosa o incluso peor, se llegaron a encontrar en los denominados jarabes para bebés de la época morfina.
Una década antes de que se iniciara el experimento de Wiley y gracias a sus estudios, a comienzos de 1890 se intentaron introducir las primeras regulaciones sobre alimentos en el Congreso. Intentos que finalmente morían debido a los lobbies establecidos.

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Imagen: Slogan del grupo. FDA

Así que cuando a Wiley le dan la oportunidad de demostrar de la necesidad de un cambio, no lo duda ni un instante. El hombre acaba recibiendo 5.000 dólares en 1902 para llevar a cabo su plan. Oficialmente se trataba de una investigación sobre el carácter de los conservantes de alimentos y otras sustancias añadidas para determinar su relación con la salud. Extraoficialmente fue un estudio de los efectos de una dieta que debía consistir en una parte de los diversos conservantes que existían, los más utilizados, sobre voluntarios humanos. Wiley esperaba que los resultados fueran un trampolín para promulgar la regulación alimentaria generalizada.
Lo primero que hace es reunir una serie de voluntarios, todos debían ser hombres jóvenes y sanos (Wiley era bastante misógino y veía a las mujeres como “salvajes”) que debían probar los efectos de los productos químicos y alimentos adulterados. Doce hombres, todos graduados y con reputación “de sobriedad y fiabilidad”. Todos tomaron juramento prometiendo un año “de servicio” con la promesa de comer únicamente alimentos que se preparaban en las reuniones del escuadrón. Además y por último, debían renunciar a su derecho a demandar al gobierno por daños (incluyendo la posible muerte y demanda familiar posterior) que pudiera derivarse de su participación en el programa.

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Imagen: William Carter, camarero y y cocinero del escuadrón. FDA

Antes de cada comida los miembros debían pesarse, tomarse la temperatura y comprobar la frecuencia del pulso. También había recogida de heces y orina para los análisis junto a exámenes físicos semanales. Y no, ninguno recibía una paga extra por llevar a cabo semejante experimento. Todo lo que recibían a cambio eran tres comidas diarias, una dieta especialmente cuidada rica en veneno.
Así llegamos a ese primer día del experimento en un sótano del Departamento de Agricultura en Washington. Un primer menú donde se incluía pollo fresco, patatas perfectamente preparadas, espárragos… todo el menú en sí mismo era de la más alta calidad, incluyendo el veneno mezclado dentro de la comida. Al comienzo sería el mineral boráx, un compuesto importante del boro cuyos usos se extienden hoy a los detergentes y pesticidas, en joyería, pinturas, vidrios o incluso para adulterar la heroína. Una joya de ingrediente con la que iniciar la investigación. Y es que a comienzos de 1902 era uno de los conservantes más comunes en alimentos.

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Imagen: Productos de la época. FDA

Ese primer encuentro el grupo no tendría nombre aún. Wiley se refería al proyecto como una tabla de ensayo sobre la higiene. Más tarde fue el periodista George Rothwell, del Washington Post, el que los denominó como el famoso escuadrón.
A partir del primer encuentro y durante cada uno de los ensayos que tuvieron lugar, los miembros del escuadrón comerían constantemente grandes cantidades de cada aditivo para a continuación estudiar detenidamente el impacto que tenía en sus cuerpos. Cuando uno de los miembros comenzaba a sentirse mal o enfermar se paraba la ingesta y se socorría al miembro.
El grupo se hizo popular en los medios y al poco tiempo habían encontrado que el bórax, en efecto, causaba dolores de cabeza, de estómago, digestivos… sin contar con el desagradable sabor que le daba a la comida. Tras el bórax llegarían otros aditivos comunes donde se incluyó el ácido sulfúrico, el salitre, el formaldehído (o metanal) o el sulfato de cobre, especialmente preocupante para el equipo de investigación.


El mismo era utilizado por los productores de alimentos para convertir los guisantes enlatados en un color más “vivo”, lo que resultó la causa de una serie de problemas para la salud como náuseas, diarrea, vómitos o incluso daños cerebrales. Para que nos hagamos una idea, hoy se aplica como pesticida.
Fue una época de lucha constante. Mientras el escuadrón demostraba los efectos negativos de muchos aditivos debían enfrentarse a los grandes fabricantes y sus grupos de presión. Y es aquí donde el poder de los medios, un actor externo y sin influencia para el lobby, hizo el resto. Los periódicos habían estado informando diariamente del “menú” del escuadrón, y la gente seguía con gran interés los resultados y efectos de cada uno.

El escuadrón cambia las leyes
Los hombres que tomaban veneno a diario para que hoy millones de personas coman con garantías
Imagen: Dibujo en homenaje a Wiley tras la aprobación de la ley de Roosevelt. Wikimedia Commons

Así es como finalmente los esfuerzos dieron sus frutos. En primer lugar se unieron otros grupos similares a Wiley, en su mayoría grupos de mujeres con influencia política. La corriente social y la presión popular por un cambio en la legislación para abandonar los productos químicos cuestionables finalizaba el 30 de junio de 1906, momento en el que el presidente Theodore Roosevelt firma laLey de Alimentos y Fármacos Puros, la cual autorizaba al gobierno federal a inspeccionar las empresas de alimentación y obligaba a los fabricantes a especificar la lista de los ingredientes.
Aunque Roosevelt se apuntara el nombre, la ley también sería denominada como Ley Wiley. Se trataba de la primera ley federal destinada a la regulación de alimentos. El hombre había ganado la batalla, aunque no la guerra. Tenía tantos enemigos en el Congreso a lo largo de su titánico esfuerzo que acabó siendo relevado de su cargo público.


Sin embargo, antes de abandonar el gobierno el químico había establecido y dirigido una revista sobre alimentación y salud para la economía doméstica. Además había establecido unos laboratorios con los que verificar las editoriales, por lo que pasó a dedicar todos sus esfuerzos en el medio junto a la investigación y vigilancia de las actividades que llevaba a cabo el gobierno. Desde esta plataforma y bajo el sello distintivo de calidad de la revista con sus editoriales “probado y aprobado” encabezó nuevas cruzadas como:
  • La necesaria inspección de la carne.
  • La mantequilla no adulterada con agua.
  • La harina de trigo integral que los productores estaban mezclando con otros granos.
  • Batallas contra las curas milagrosas de obesidad.
  • Contribuciones a la ley de maternidad (con la que consiguió fondos federales para mejorar la alimentación y cuidado de los bebés) y que redujeron la tasa de mortalidad infantil.
  • La lucha en 1927, profética teniendo en cuenta la época, contra el tabaco porque podría promover cáncer. De hecho la publicación dejó de anunciar cigarros.
  • La lucha por mantener el azúcar refinada sin adulterar.
En 1930 Harvey Wiley fallecía a los 86 años de edad con un legado legendario. Él y su escuadrón habían cambiado las reglas de la alimentación en Estados Unidos con la ingesta de veneno y productos tóxicos. Fue el principio de grandes cambios. Así que es muy posible que millones de personas le deban algo más que gratitud a este químico misógino. Irónico, porque al final de su vida su figura fue el rostro reconocible de una de las publicaciones más destacadas para las mujeres de los Estados Unidos. La que él mismo había llevado al éxito.

Los hombres que tomaban veneno a diario para que hoy millones de personas coman con garantías
Imagen: Portada de Good HouseKeeping en 1908. Wikimedia Commons

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