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La solución para el sobrepeso puede estar en el sabor amargo


El sobrepeso y la obesidad representan uno de los grandes problemas de salud de las sociedades desarrolladas. Genera grandes problemas de salud, y supone un gasto tremendo. Por eso se buscan soluciones, lo más naturales posibles, para remediar este problema. Un equipo de investigación ha presentado una nueva estrategiarecientemente: utilizar el sabor amargo.
Pero, ¿qué sentido tiene esto? Se trata de una estrategia realmente elegante. Los sabores que percibimos – los cuatro clásico que nos enseñan en la escuela – cumplen cada uno una función. El dulce sirve para detectar comidas energéticas, por ejemplo. ¿Y el amargo?
El sabor amargo se relaciona, cuando llega al cerebro, con venenos. En la naturaleza, la gran mayoría de venenos y tóxicos tienen este sabor. Así que la evolución ha favorecido a aquellos individuos que, cuando detectan el sabor amargo, saben reaccionar.
La reacción es bastante sencilla, aunque el mecanismo pueda parecer complicado. Simplemente, se cierra el apetito. Cuando se detectan sabores amargos, se come menos. La vía de señalización hormonal es algo compleja – incluye tanto endohormonas segregadas por el tubo digestivo, como señalización al cerebro y respuesta endocrina – pero se puede resumir en esto: detección del amargo, menor ingesta.
Pero todo esto ya se sabía. ¿Dónde está la novedad del trabajo presentado? Lo que han hecho los investigadores es concentrar un extracto natural de una planta endémica de Nueva Zelanda, y administrarla como medicamento.
Dicho así, puede sonar a palabrería. Por eso han realizado un estudio cumpliendo rigurosamente con todos los protocolos del diseño de experimentos. El trabajo han contado con dobles ciegos, administración de placebos y toda la batería de mecanismos estadísticos necesarios para resultar creíbles y no caer en la pseudociencia.
El detalle del trabajo, por lo tanto, es bastante complejo. Pero quedándonos en lo esencial, lo que han comprobado los investigadores es si, una vez administrado el “extracto amargo” - freno amargo, lo llaman ellos – los pacientes comían menos antes de saciarse.
Los resultados han sido muy prometedores. Después de la toma – en forma de pastilla, de tal manera que se percibe el amargor a nivel consciente, pero sí a nivel “molecular” - del extracto, los pacientes reducían su ingesta de alimentos.
Si se les dejaba comer hasta saciarse – vaya, sin ponerles límites – aquellos que realmente tomaban el extracto pasaban a comer mucho menos. Paraban de comer antes, porque ya se encontraban saciados. Su cerebro le decía a su aparato digestivo que no necesitaban más.
Pero lo más interesante no es esto. Ninguno de ellos tenía sensación de haber perdido el apetito. Y esto es importante, porque la pérdida de apetito se asocia a malestar. Si uno se sacia antes, pero no siente que tenga menos hambre, resulta menos probable que el tratamiento pierda efecto.
Aún quedan detalles por conocerse. La presentación se ha realizado en un congreso, y todavía no se ha publicado un artículo pormenorizado. Por ejemplo, debido a que el extracto está sujeto a una patente – ya que se trataría de un medicamento – no se conoce su composición exacta. Así que habrá que estar pendientes para conocer todos los detalles de un trabajo que puede tener una enorme influencia.

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