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José Gil Santos Badía un hombre bueno, patriota y solidario

La comunicadora dominicana Lizbeth Santos reveló este lunes que su padre, José Gil, ha fallecido a los 81 años.

“Porque sé que, aunque tu cuerpo ya no resistió más y hoy decidió descansar, tú siempre estarás… Siempre. Esta foto no es la mejor, más siempre fue mi favorita. Trato de recordarlo todo, y solo logro recordar risas…Te amo papi lindo, como siempre te ame, como te amo y como te amare hasta mi último aliento…”, escribió Santos en su cuenta de Instagram.

La presentadora de “La guerra de los sexos” dijo también que, debido a la pandemia su padre no será velado.

La también actriz, ha recibido numerosos mensajes de consolación en las redes por partes de figuras locales de la comunicación y de sus admiradores.

Lizbeth Santos con frecuencia compartía fotos junto a su padre y su hijo Ricardo, en la que le demostraba cuanto lo amaba.

 


“…El sol tiene manchas.
Los desagradecidos
no hablan más que de las manchas.
Los agradecidos hablan de la luz’’.
José Martí

Me he enterado de que el pasado lunes 25/01/ falleció en la ciudad de Santo Domingo un hombre bueno, patriota y solidario, José Gil Santos Badia, quien el próximo primero de septiembre cumpliría ochenta y dos (82) años, aunque a simple vista conservaba mucha fortaleza física y un espíritu combativo de las pobrezas de la sociedad en que nos toca padecer.

A José, lo conocí siendo yo un adolescente cuando lo veía jugar softbol con el equipo Casa Mejía de la Liga Ercilia Pepín de Pueblo Nuevo, mas recientemente, lo saludaba en la casa del legendario dirigente revolucionario Tancredo Vargas, donde acudía a hablar de gallos con Gustavo Vargas y otros ciudadanos que frecuentaban esta residencia en la urbanización Los Maestros. En este lugar le escuché decir que había estado preso durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, y que esa cárcel era para hombres de verdad.

El 28 de enero del año 2005 me apersone a su residencia, junto al periodista Antonio María Jiménez a realizarle una entrevista, como parte de un proyecto de investigación de historia local, que todavía está inconcluso y que procura develar verdades sobre el levantamiento armado de San Francisco de Macorís el 25 de junio de 1965.

En torno a su labor patriótica José nos dijo que el sábado 24 de abril de 1965, justo el día en que se produce el golpe de Estado contra el gobierno del Triunvirato, supo la noticia estando en casa de la familia La Hoz, en la calle Castillo #26, dice que nadie sabía que iba a haber revolución, sino que se había producido un golpe de Estado y que cuando los sectores oligárquicos y los americanos no aceptaron el golpe de Estado y pidieron a Caamaño que se rindieran fue que inició realmente la revolución.

El lunes 26 de abril del 1965, Santos Badía salió para Santo Domingo cargado de sueños libertarios y democráticos y dispuesto a ofrendar su vida por el respeto a la institucionalidad y el regreso a la constitucionalidad que simbolizaban los militares y civiles, que se organizaron bajo la denominación de los constitucionalistas, donde encontraron cabida y se expresaron todas las orientaciones ideológicas progresistas, quienes atados al fervor patriótico de respeto a la constitución política del 29 de abril de 1963 elevaron a lo más alto del firmamento duartista el espíritu y la dignidad de poseer el gentilicio que nos identifica ¡dominicanos por raza y por orgullo!, como dijo el poeta.

Ya en ciudad nueva y luego de recibir las primeras orientaciones y la oposición de Pedro Franco Badía a que él estuviera allí, se integró en el comando donde estaban los miembros del Partido Socialista Popular (PSP) que estaba ubicado en la calle Espaillat, bajo la dirección de Diomedes Mercedes, allí se unió a Alfredito Conde, Narciso Isa Conde (narcisin), Capul Ortiz, y José Amado Camilo Fernández a quienes ya conocía en su pueblo natal de San Francisco de Macorís.

Cuando el 28 de abril de 1965 los yanquis llegaron y cercaron la ciudad intramuros, lo que tronchó el triunfo de los constitucionalistas, de ahí en adelante, esto provocó que los militares de San Isidro reasumieran su posición yanquista lo que planteó en el interior del movimiento la posibilidad de expandir la revolución hacia el interior y el primer pueblo que iba a estallar no era San Francisco de Macorís, sino Santiago, donde hubo delaciones que impidieron que esto se produjera.

En torno al levantamiento armado de San Francisco de Macorís, este joven con causa, establece que en una fecha que no recuerda fue enviado por el mando militar del comando, a esta ciudad a recibir una cuestión (armas) y a ayudar a una inmensidad de jóvenes combatientes, aunque en principio se negó, fue convencido de que debía venir. Entre los que vinieron hace mención de Homero Hernández, de quien Fidelio Despradel afirma que fue el mentor y guía, por decisión personal, del levantamiento armado en la ciudad del Jaya, Un muchacho deportista, que el autor confirmó que responde al nombre de Ramón Agustín Pinedo Mejía (Monchin), Franklin Rancier, Virgilio Ortega (sobrino de Doña Milagros Ortega) y otros que fueron colocados en residencias de amigos y relacionados ubicados en el centro de la ciudad. A poca distancia del cuartel policial y la Fortaleza Duarte, objetivos de los insurrectos.

Santos Badía, rebusca en su memoria y expresa que estos jóvenes fueron repartidos, entre otras familias, en la casa del señor Fermín, frente a la Farmacia Santa Rosa, donde Vicensina Trifolio, en la calle La Cruz, en casa de Virgilio Ortega, situada en la calle La Cruz, en la casa de Yardo (matado en la Revolución), en la calle Castillo, estaba Baldemiro Castro, que era el segundo al mando del movimiento levantisco.

Una de las misiones que le correspondió desempeñar, fue guardar en una finquita familiar, ubicada a cerca de tres kilómetros de la llegada al Macorís del norte, varios cargamentos de armas. Estas armas debía irlas a buscar hacia La Vega, hacia donde eran llevadas desde la capital. Él se trasladaba en un carrito de su propiedad a encontrarse con varios emisarios identificados por seudónimos, de los cuales recuerda a Luisito Parris y el señor donde estaba el punto de contacto que le decían Botele, donde hacía el intercambio de vehículos y regresaba a su residencia cargado de armas después de las doce de la noche. Inmediatamente las forraban en plástico y las enterraban en la parte trasera de su vivienda hasta que llegara el día de la acción armada.

En uno de los últimos viajes (sábado) se extraviaron y tarde de la noche, regresó e informó que no hubo contacto y el domingo lo llaman y le dicen que el carro estaba en La Vega lleno, que hay que descargarlo, él dijo que de día no se podía y le insistieron que sí que el vehículo debía amanecer en la capital. Ese viaje lo descargaron en una finca de la comunidad de Hatillo, menos a la vista de la carretera que la anterior, pero algún delator se dio cuenta y lo denunciaron.

El 22 de junio, tres días antes del día convenido para el levantamiento, lo allanaron en su casa, en la calle Restauración #34, sin saber que lo habían delatado. Previamente habían localizado las armas, incluyendo una calibre cincuenta. Lo llevaron a la policía, donde comandaba el Coronel Soto Echavarría y aunque lo insultaron, él se negó a confesar culpabilidad y no lo golpearon. El mismo día lo llevaron a la fortaleza y allí lo esperó el Coronel Pereyó Soto con un grupo de guardias que le cayeron a garrotazos, presentándole todas las armas que habían desenterrado en la finca: una cincuenta, una treinta y varias carabinas Cristóbal.

Al ser interrogado admitió que sí, porque ellos la habían sacado de la finca, le dijo que él había recibido eso de la capital, que no sabía que era, ni quién lo mandó y por eso lo guardó. Lo trancaron y como a la media hora lo sacaron para fotografiarlo y luego lo llevaron a una solitaria de transportación, junto a su padre Sabá Santos. Lo sacaron a interrogarlo por parte de los coroneles Valdéz Hilario y otro apellido Coradín, que había estado de servicio en San Francisco, quienes se comportaron con mucha decencia. De ahí lo sacaron para la cárcel de La Victoria, con el presentimiento de que no saldría vivo.

En esta cárcel los recibió una comisión de oficiales criollos y extranjeros, encabezados por Antonio Imbert Barrera, quien mandó a parar a su padre diciéndole –mire usted viejo, párese- a lo que José se interpuso, siéntese papá, él no sabe nada, aquí el que se soy yo y no tengo nada que decir, ya yo dije. Los militares norteamericanos lo retrataron por todos los lados, le dijeron llévenselo que lo vamos a matar en la noche. Lo llevaron para la celda otra vez y a los dos o tres días lo llevaron y lo trancaron de nuevo. Allí llegaron: Virgilio Perdomo, Abelito González, su cuñado Homero Pumarol, Franklin Rancier, Yanco Simó y otros.

A los tres días de instalado el gobierno provisional de Héctor García Godoy, juramentado el 3 de septiembre del 1965, el recién nombrado Procurador General Dr. Ramón Morel Cerda y un grupo de Abogados, entre los que estaban Franco Badía, Tapia Canillera, de Moca estaba Hernán Lora y otros, lo sacaron de la cárcel y duró cerca de un año para regresar a Macorís, por temor a ser apresado de nuevo, viviendo en La Vega, Higüey, La Romana y cuando regresó lo llamaban cada rato para interrogarle, le decía que era el comunista más grande de Macorís.

Nuestro entrevistado, comparte la idea del 14 de junio, en el sentido de que en el mismo momento de que la expansión fue delatada y apresados muchos de sus participantes, en varios lugares del país, debió ser detenida la operación. Argumenta que en guerrilla la parte más importante, es el factor sorpresa y no la había, todo era un secreto a voces. Acusa de cierta desorganización política a los partidos existentes, dice que cuando se produjo el golpe de Estado, muchas personas comenzaron a hablar y hacer exhibicionismo de lo que sabían. Señala el caso de un señor apodado Tumulito, que nadie sabía su nombre y vino aquí y fue donde Guillermo Grullón (derechista) a decirle que ya estaban aquí y que pronto se iba a pelear, y los apresamientos eliminaron cualquier sorpresa. Comenzaron a llegar refuerzos de la guardia, durante todos esos días. José Gil sostiene que esta fue una de las causas principales del fracaso de esta pequeña gesta revolucionaria.

Finalmente, dice que no es muy dado a hacer acusaciones, pero que está seguro que Luís Genao Espaillat, alto dirigente del 14 de junio, era de la Central de Inteligencia Americana (CIA) y que mucha gente delató y vendió armas, incluyendo una ametralladora calibre treinta, que hasta donde él supo cobraban $300.00 que se lo tomaban donde estaba la Gallera Vieja, hoy está la iglesia Santa Rosa.

Este es el relato de este combatiente de las luchas revolucionarias que murió el pasado lunes 25, militando en la organización política Alianza País y soñando con un país independiente y un gobierno decente.

¡Honra eterna a José Gil Santos Badía, un hombre de espíritu siempre joven e indomable!

*El autor es pasado Director General de la UASD, Recinto San Francisco de Macorís y Profesor Adjunto de las Escuelas de Historia y Antropología y Teoría Pedagógica… 27/01/2021.


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