La computación afectiva permite a un sistema informático escudriñar los indicadores emocionales de un ser humano, como la expresión facial, el tono vocal, el lenguaje corporal y las palabras, para obtener información sobre su estado anímico.
Una vez que el ordenador está seguro de lo que siente su usuario, reacciona de una manera que, con suerte, es beneficiosa para el usuario. Y es que los ordenadores podrían utilizar esta información de muchas maneras.
¿Recuerdas a Clippy, el asistente de Microsoft Office? Imagina que Clippy pudiera saber cuándo estás realmente frustrado y solo apareciera cuando realmente necesitas ayuda, en lugar de cuando solo estás intentando terminar tu trabajo. Así lo explican en How To Geek.
Los seres humanos muestran sus emociones de diversas maneras, pero nuestras caras son el principal lienzo donde pintamos nuestros sentimientos para que el mundo los vea.
Ni siquiera la mejor cara de póquer puede ocultar pequeñas microexpresiones, aunque todavía no está claro cómo deben interpretarse.
Cuando se escribió el artículo original sobre computación afectiva, el reto de conseguir que un ordenador reconociera e interpretara un rostro humano era realmente desalentador. Ahora tenemos en nuestros aparatos un hardware de aprendizaje automático eficiente que puede reconocer y mapear una cara en fracciones de segundo.
Esa misma tecnología de aprendizaje automático, combinada con montones de datos faciales, probablemente sacará la información más importante sobre las emociones que necesitamos para que la computación afectiva funcione bien. El futuro es apasionante... ¿o aterrador?
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