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Milei es presidente de Argentina al derrotar a Massa por un amplio margen y da un vuelco a la política del país con sus propuestas libertarias y radicales


Javier Milei dio un vuelco a la política de Argentina al convertirse este domingo en presidente del país con sus ideas libertarias y radicales.

El libertario antisistema Milei derrotó en las elecciones de este domingo a Sergio Massa, actual ministro de Economía, que reconoció la derrota antes incluso de que se conocieran los resultados oficiales.

"Hoy comienza la reconstruccción de Argentina. Hoy comienza el fin de la decadencia argentina. Se termina el modelo empobrecedor del Estado omnipresente", dijo Milei, con saco y corbata y frente a un gran cartel oficial como presidente electo.

Milei destacó el "milagro" de que haya un presidente "liberal y libertario de la historia de la humanidad".

"Obviamente los resultados no son los que esperábamos y he felicitado a Javier Milei porque es el presidente que la mayoría eligió para los próximos cuatro años", había dicho Massa dos horas antes reconociendo la derrota.

"Se ha terminado una forma de hacer política y comienza otra", añadió Milei, que cifró en 35 años los que necesita el país para ser de nuevo "potencia mundial".

Con el 99% del escrutinio Milei logró un amplio triunfo con casi el 56% de los votos por el 44% de Massa. El libertario logró en esta segunda vuelta casi seis millones de votos más que en la primera, celebrada hace un mes.

Milei será a partir del 10 de diciembre el primer economista en ser presidente del país.

Tras años de dificultades económicas y en medio de una crisis con una inflación de casi el 140%, el desencanto de muchos argentinos con los partidos tradicionales llevó al triunfo este domingo del recién llegado a la política, que triunfó con propuestas disruptivas en el plano económico así como su estilo agresivo y declaraciones polémicas.

Milei, que en sus actos solía llevar en las manos una motosierra para representar el recorte del gasto público que propone, dijo que privatizará las empresas del Estado y reformará los sistemas de salud y educación, y propone eliminar el banco central y dolarizar la economía.

"La situación de Argentina es crítica y las soluciones, drásticas", dijo el domingo sobre la situación económica.

Celebraciones

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Pie de foto,

Muchos argentinos celebraron en la calle el triunfo de Milei.

Simpatizante de Milei.

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Más allá de lo económico, eje de su candidatura y su triunfo, Milei dudó de las causas del cambio climático, criticó el aborto legal, atacó al papa Francisco, uno de los argentinos más populares, y se mostró partidario del porte libre de armas.

También negó la existencia de un plan sistemático de violación de los derechos humanos durante la última dictadura militar, justo cuando se cumplen 40 años de la recuperación de la democracia.

Hace apenas dos años Milei era un economista que expresaba sus polémicas ideas en televisión, pero en ese corto periodo de tiempo logró crear un partido de cero y acabar con el dominio en las urnas de las fuerzas del peronismo/kirchnerismo por un lado frente a las del antiperonismo/macrismo por otro.

Quién es Javier Milei

Javier Milei

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Economista y amante de los perros, Milei, de 53 años, sacudió Argentina con propuestas radicales como dolarizar la economía, privatizar las empresas públicas del Estado y cerrar (“dinamitar”, en sus propias palabras) el Banco Central.

Fue el más votado en las primarias de agosto y algunos incluso anticipaban que podría ganar en primera vuelta. No lo logró pero obtuvo este domingo un triunfo incontestable.

Durante su campaña lanzó ideas controvertidas como la de permitir el porte de armas en Argentina y la venta de órganos, y criticó la educación y salud pública.

Sin embargo, de cara al balotaje, suavizó algunas de sus posturas más extremas.

Milei también generó polémica al criticar duramente al papa Francisco (al que acusa de apoyar el comunismo), al pronunciarse en contra de la legalización del aborto y al relativizar la violencia militar durante la dictadura.

Pero su crítica directa a los sectores tradicionales de la política argentina, a quienes llama de forma despectiva “la casta”, ha sido lo que lo ha llevado a conectar con los electores más jóvenes, descontentos con el actual estado de cosas en el país.

Milei ha sido comparado con otros políticos de extrema derecha como el expresidente de Estados Unidos Donald Trump y el de Brasil Jair Bolsonaro.

El estadounidense felicitó a Milei en la red Truth Social. "¡El mundo estaba mirando! Estoy muy orgulloso de ti. Vas a darle la vuelta a tu país y realmente hacer de nuevo grande a Argentina", escribió Trump, imitando su propio eslogan en Estados Unidos.

Bolsonaro también felicitó a Milei en X (antes Twitter): "La esperanza vuelve a brillar en Sudamérica".

Milei, que irrumpió en la política hace dos años tras hacerse conocido como comentarista económico en televisión, saltó a la batalla por la presidencia con un discurso nuevo y rupturista, que él define como libertario y anarco-capitalista, y busca así ser el primer economista en llegar a la Casa Rosada.

Un dato que no es menor en un país que estuvo entre los más ricos del mundo y lleva años con una inflación galopante e índices que ponen al 40% de las personas por debajo de la línea de pobreza.

En una parte de los votantes su figura genera miedo y rechazo porque lo acusan de incendiario, beligerante y peligroso.

Sin embargo, logró captar el voto de los más descontentos con décadas de crisis en el país.

Sergio Massa

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Por qué ganó

A pesar de que Massa sacó casi siete puntos más que Milei en primera vuelta, el economista logró darle vuelta y se impuso por un margen mucho más amplio del pronosticado, demostrando que la necesidad de cambio era mayor que el miedo que imponía a una parte del electorado.

Poco después de quedar fuera del balotaje, Patricia Bullrich, quien salió tercera el 22 de octubre con casi el 24% de los votos, apoyó la candidatura del libertario, con quien había mantenido ásperos intercambios durante la campaña.

El expresidente Mauricio Macri también pidió a los votantes de Juntos por el Cambio que votaran por Milei, una decisión que fragmentó a esa coalición de centroderecha.

Macri remarcó que Milei no cuenta con suficientes representantes en el Congreso como para aprobar muchas de sus propuestas más extremas, por lo que él mismo aparentó ser un garante de institucionalidad y llamó a votar por él para “liberar y transparentar a Argentina”.

En la noche del domingo, en su discurso de triunfo Milei agradeció a Bullrich y Macri su apoyo.

Juan Schiaretti, quien salió cuarto, con casi el 7% de los votos, no tomó partido, aunque sí dejó en claro que considera que Massa es kirchnerista, lo que muchos tomaron como una crítica a su candidatura.

Y Massa, pese a sus esfuerzos, no logró separar su figura de la del gobierno de Alberto Fernández ni de su puesto de ministro de Economía en un momento de crisis.

Pero más allá de las aritméticas políticas tras la primera vuelta, Milei confirmó este domingo lo que había apuntado en las primarias de agosto.

"La sensación de crisis infinita en Argentina habilitó un discurso más radical y la idea de probar con lo nuevo", había dicho Pablo Stefanoni, doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires, antes de la elección.

“Logró captar el hastío de los de arriba, los de abajo, los del medio, los chicos, los adultos, el cansancio de todos", coincidió Juan Carlos de Pablo, economista de la Universidad de San Andrés y amigo de Milei desde hace más de 30 años.

Uno de los motivos de su amplio triunfo fue el apoyo de los jóvenes, cansados de décadas de crisis perenne.

"He escuchado hablar mucho de política en casa por todo lo sucedido en estos 40 años de democracia y por eso creo que nos merecemos un cambio real (...) Nuestra generación impulsa la presidencia de (Javier) Milei para sacar al país del ostracismo", dijo Agustina Lista, una estudiante de 22 años, a la agencia Reuters.

“Milei supo conectar ‘desde lo exótico’ con el hartazgo de la sociedad argentina, que prefiere mandar todo al demonio a seguir viviendo como vive ahora", dijo Juan Negri, director de la carrera de Ciencia Política y Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella.

A partir del 10 de diciembre Milei buscará llevar hacia delante sus propuestas, pero no lo tendrá fácil ya que no dispone de mayoría en el Congreso, tiene a los gremios y los movimientos sociales en contra y hay una fractura social con una parte del país que teme el salto al vacío que supone por lo novedoso.

Elecciones

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Sergio Massa y Javier Milei

Después de un tramo final de campaña muy tenso, plagada de acusaciones cruzadas y advertencias sobre posibles irregularidades en el conteo electoral, Sergio Massa y Javier Milei se disputarán este domingo la sucesión de Alberto Fernández en un balotaje con final abierto que reconfigura el mapa de poder de la Argentina a partir del 10 de diciembre próximo.

Hasta anoche todavía sobrevolaba en ambos búnkeres de campaña un clima enrarecido e incierto, originado en buena medida en el número de indecisos que, según las encuestas, pronosticaba un resultado parejo, a pesar de que los estrategas de los dos candidatos reconocían este fin de semana una leve ventaja en favor de Milei. Sin embargo, tanto en La Libertad Avanza como en Unión por la Patria optaron por la cautela.

En ese contexto, las acusaciones del candidato libertario, de su hermana Karina Milei y de dirigentes de ese espacio que advirtieron durante la semana por la posibilidad de un “fraude colosal”, y cargaron contra la Gendarmería por el traslado de las urnas -en la tarde del viernes, el apoderado libertario relativizó las denuncias-, cobraron una inusual relevancia en una campaña dominada exclusivamente por manifestaciones negativas.

Este sábado, por caso, apoderados de ambos sectores fueron convocados de urgencia por la Cámara Nacional Electoral para bajar el nivel de confrontación en torno a las denuncias de fraude impulsadas desde LLA: los jueces pidieron evitar caer en sospechas infundadas sobre el resultado de este domingo.

Massa y Milei llegan a este balotaje -el segundo después del único antecedente que registra la historia, el del 2015, entre Mauricio Macri y Daniel Scioli- casi un mes después de la sorpresiva victoria del ministro de Economía, que en las generales de octubre cortó la inercia triunfal del candidato libertario de las primarias: según el escrutinio definitivo, el candidato de UP se impuso con el 36,7% -9,6 millones de votos- frente al 29,9% de Milei -cosechó 7,8 millones de votos-.

En tercer lugar, Juntos por el Cambio, con Patricia Bullrich como candidata, coronó otra de las sorpresas de la primera vuelta con una frustrante performance que redondeó el 23,83% de los votos -6,2 millones de personas-.

Sergio Massa - Franco Dergarabedian/dpa
Sergio Massa - Franco Dergarabedian/dpa

Desde entonces, Massa siguió adelante con su estrategia personalista, centrada exclusivamente en su figura, despojado premeditadamente de cualquier insignia kirchnerista y desmarcado, como pudo -¿pudo?-, de la severa crisis económica, mientras que el diputado de LLA tardó solo 48 horas en sellar un acuerdo electoral con Macri, que se apoderó de la campaña libertaria hasta militarla con insistencia a través de los medios.

Milei, un candidato outsider y ultraliberal que logró capitalizar el creciente malhumor social con el sistema político, denostado bajo el concepto de “casta”, se dejó influenciar desde aquel momento por el ex presidente a cambio de un mayor control en la fiscalización -un rubro tabú en el campamento libertario-, y una alianza de gobernabilidad, al menos en lo parlamentario, si es que logra ganar el balotaje.

Macri, según su entorno apurado por Bullrich, decidió que también se jugaría su futuro político detrás del candidato de La Libertad Avanza, impulsado, en buena medida, por su enemistad pública y privada con Massa.

A partir de ese pacto, en parte del círculo rojo y en el sistema político el balotaje quedó reducido ya no a Massa vs. Milei si no a Massa vs. Milei y Macri. En la oposición, la dirigencia se repartió detrás de esa dicotomía.

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Mauricio Macri (Maximiliano Luna)

El ministro de Economía se dejó tentar por la figura de Macri. Durante el año, había trabajado de manera incansable para dividir la oferta opositora y tener una chance de llegar al balotaje, un objetivo cumplido a pesar de la crisis inflacionaria que se agravó en su gestión al frente del Palacio de Hacienda. Massa, sin embargo, optó por insistir en su plan de polarizar con Milei, acentuar la “campaña del miedo” desplegada desde las PASO y tratar de exponer a su rival en algunas de sus ideas más polémicas, una estrategia que tuvo su summum en el debate del pasado fin de semana.

En las últimas semanas, en ambos equipos de campaña siguieron con especial interés la evolución del comportamiento electoral de los votantes de los distritos que definirán el balotaje, entre ellos la provincia de Buenos Aires -en particular, el conurbano-, Santa Fe, Córdoba y la ciudad de Buenos Aires.

En el caso de Córdoba -es la segunda provincia con mayor peso detrás de Buenos Aires-, la disputa se focaliza en el 6,73% obtenido por Juan Schiaretti -1,7 millones de votos-. De ese reparto depende parte del resultado. Fue el distrito que le dio a Macri la victoria en el 2015, con más del 70% de las adhesiones.

Milei intentó seducir a ese electorado el jueves, en su acto de cierre de campaña, con una sorpresa que, según confiaron, hasta el propio Macri desconocía -trascendió que no le cayó del todo bien-: la participación de Bullrich en el escenario.

Patricia Bullrich participó del cierre de campaña en Milei en Córdoba - REUTERS/Matias Baglietto
Patricia Bullrich participó del cierre de campaña en Milei en Córdoba - 

En paralelo, en el último mes de campaña, Massa se dedicó a apuntalar su convocatoria de “gobierno de unidad nacional”, ayudado por parte del radicalismo, encabezado por Gerardo Morales. Para eso, el ministro hizo circular nombres de dirigentes. Apunta, en ese sentido, a captar al electorado opositor que en las primarias optó por Horacio Rodríguez Larreta, a parte de los votantes del radicalismo y del peronismo no kirchnerista.

Massa no tuvo, desde semanas antes de las PASO -es decir, durante toda la campaña- ninguna aparición pública con Cristina Kirchner, y las alusiones al kirchnerismo o a La Cámpora, la agrupación fundada por Máximo Kirchner, fueron casi nulas. Es más: desde el propio entorno de la Vicepresidenta aseguraron, estratégicamente, que, de ganar el ministro, la ex presidenta no tendrá ninguna injerencia en un eventual gobierno massista.

El líder del Frente Renovador aspira no solo a ser Presidente -será, tras la fallida experiencia del 2015, la segunda vez que lo intente-. Quiere ser el nuevo conductor del peronismo, y terminar con la hegemonía K de estas dos décadas. Cuando se reconcilió con la ex presidenta en el 2019, le adelantó que, desde ese momento, trabajaría para ser “jefe”. Desde entonces, se preparó a tiempo completo: amplió su capacidad operativa, robusteció su agenda en el sindicalismo, el empresariado, la política y la Justicia.

Cristina Kirchner y Sergio Massa
Cristina Kirchner y Sergio Massa

Al filo del cierre de listas, negoció con una audacia pocas veces vista hasta convertirse en el candidato de la mayoría peronista. Y logró desplazar a la oposición tradicional del PRO, la UCR y la CC, a pesar de representar a un gobierno seriamente reprobado.

Del triunfo, o la derrota, de cualquiera de los dos candidatos dependerá, por caso, el futuro de Cristina Kirchner y de Macri, que, a diferencia de su antecesora, que prefirió preservarse a la espera del resultado, optó por jugar a fondo detrás de Milei.

Esta noche, una vez que se conozca al sucesor de Fernández, empezará en ese sentido a resetearse el sistema político, y a configurarse un nuevo mapa del poder. Un cambio de época signado por una crisis fenomenal del círculo rojo. El peronismo deberá reinventarse. La oposición tendrá que acomodarse a los nuevos tiempos, y encontrar una nueva identidad tras la ruptura de la coalición que compartió en esta década la centralidad político junto al peronismo. Desplazada por la irrupción del movimiento libertario encarnado por Milei, que quebró ese bicoalicionismo y que, más allá del resultado de hoy, llegó para quedarse.

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