De un lado, se sitúan los defensores del presidente Gustavo Petro, que incluyen a miembros de su alianza política izquierdista, Pacto Histórico, y apoyan sus reclamos de tratar con dignidad a los deportados colombianos desde EE.UU. y no sucumbir a las amenazas del mandatario estadounidense Donald Trump.
Del otro, se ponen miembros de la oposición y corrientes de derecha que condenan la actitud contestataria de Petro ante el principal aliado comercial y estratégico de Colombia, arriesgando los intereses económicos y el bienestar de sus ciudadanos por las ideas políticas del presidente.
En medio se encuentran varios analistas que, si bien consideran que Petro infravaloró lo lejos que está dispuesto a llegar el gobierno de Trump para defender sus políticas migratorias, piensan que esta crisis deja claro no solo a Colombia, sino a América Latina, que harían bien en diversificar sus alianzas.
Las relaciones entre el país sudamericano y el norteamericano alcanzaron una tensión inédita este domingo después de que Petro se negara a recibir dos aviones militares con colombianos deportados desde EE.UU., alegando que estos estaban siendo tratados como "delincuentes".
La reacción de Trump se plasmó en varias amenazas de disputas comerciales y sanciones contra Colombia, a las que Petro respondió en la red X con un lenguaje desafiante y con la imposición de subida de aranceles a importaciones estadounidenses.
Tras horas frenéticas, ambas naciones superaron el impasse que, según la Casa Blanca, se desbloqueó después de que Petro aceptara los términos de devolución de migrantes.
Esta versión no fue refutada por funcionarios colombianos y, a los ojos de Sandra Borda, profesora del Departamento de Ciencia Política y Estudios Globales de la Universidad de los Andes de Colombia, manifiestan la marcha atrás de Petro ante el poder intimidatorio de EE.UU.
En conversación con BBC Mundo, la experta aborda esta breve, pero intensa crisis diplomática.
¿Cómo queda la imagen de Petro tras esta marcha atrás en su posición que parece indicar la Casa Blanca?
Diría que fue un intento muy poco estratégico y mal calculado de Petro por establecer unos términos de relacionamiento con Estados Unidos. Salió muy mal.
Creo que pensó en agarrar el toro por los cuernos y, desde ya, sentar que le quede claro a Trump que la cosa con él no sería tan fácil, que Petro tiene una agenda que está dispuesto a defender hasta el último minuto.
Pienso que sale mal porque es un momento pésimo.
El gobierno de Trump acaba de empezar y tiene un interés obvio en dejarle claro al hemisferio y a los latinoamericanos el tono en que defenderá su agenda migratoria y hasta dónde está dispuesto a ir para defenderla.
Es una agenda que para ellos es doméstica, no internacional. Entonces, tienen ahí cifrados todos los recursos y el capital político.
Lo que hace Petro es poner a Colombia en bandeja de plata para que ellos manden un mensaje clarísimo de cómo esto es distinto a la primera administración y del tipo de recursos que van a usar para salirse con la suya y lograr su propósito.
Ahí pienso que a Petro le falló el cálculo.
Si hubiera esperado un poco, habría tenido más elementos para dilucidar la reacción que recibió y que creo que no esperó.
En Colombia, muchos han visto esto como un fiasco de Petro...
Es evidente que Petro da una marcha atrás clara y el origen del problema, que es la situación de los migrantes y la forma en que están siendo deportados, no se resuelve.
El problema no es recibirlos, porque llevábamos tiempo recibiendo deportados. El año pasado le recibimos a Joe Biden 14.000 personas.
El problema no es el qué, sino el cómo. Creo que el reclamo del gobierno, al igual que sucedió con Brasil, pudo haber sido un reclamo legítimo: decir que no es presentable que traigan a esta gente esposada y en cadenas o que vengan en aviones militares.
Se están haciendo cosas mal, pero eso se pudo procesar de otra forma.
Creo que sí es un absoluto fracaso y no por la parte reputacional que acusa la derecha de Colombia de que fue una vergüenza. Eso no me preocupa.
Lo que me preocupa es que no resolvimos la situación de la gente que están deportando.
Algunos partidarios de Petro dicen que a partir de ahora van a llegar sin cadenas y esposas, ¿pero quién le garantiza a uno que no les van a quitar las esposas media hora antes de aterrizar en Colombia?
Me parece que el nivel de escalamiento de esta crisis, para este resultado, es absolutamente desproporcional.
Tampoco logramos, como pienso que fue la primera intención de Petro, establecer unos términos de relacionamiento con EE.UU. más igualitarios y menos desafiantes para Colombia.
Lo que hizo Petro nos dejó en un escenario todavía peor que en el que estábamos.
Trump nos pegó una humillada bárbara. Mandó un mensaje de que nosotros hacemos lo que él dice. Nos torció el brazo.
Petro nos dejó con la autonomía y capacidad de maniobra reducidas.
Muchos comparan esta crisis diplomática con la que tuvieron Colombia y EE.UU. en 1903 y que originó la independencia de Panamá.
En el pasado habíamos tenido amenazas en materia arancelaria, pero nunca de este volumen ni determinadas a cumplirse con tanta rapidez.
El asunto migratorio, con el veto al desplazamiento de funcionarios colombianos a EE.UU., nunca lo habíamos visto así.
Durante el Proceso 8000 a mediados de los 90, EE.UU. le quitó la visa al expresidente colombiano Ernesto Samper y a algunos funcionarios, pero esta cosa masiva de quitársela a todo el gobierno y a todos los que lo apoyan no lo habíamos visto.
Tampoco me parece una sorpresa. Es Trump. Es la forma en la que opera.
La sorpresa es que nos hubiésemos prestado para que ellos hiciesen explícita una cosa que se sabía que tarde o temprano le pasaría a alguien.
Es una crisis muy corta en el tiempo. Duró menos de un día, pero con una intensidad que no habíamos observado.
Tampoco perdamos de vista que somos el principal aliado de Estados Unidos en la región.
Uno se habría esperado que algo de la amistad histórica hubiese valido y no valió para nada.
Había gente diciendo, incluso, que el régimen de sanciones, tal y como estaba diseñado, nos habría dejado en un peor lugar en materia de exportación de petróleo de lo que está Venezuela.
Esta crisis también ocurre en el marco de una estrategia colombiana, sobre todo bajo Petro, de diversificar alianzas, depender menos de EE.UU. y no sucumbir a sus amenazas. Es, de hecho, algo que defienden quienes apoyan al presidente colombiano en esta tensión.
Hay que tener mucho ojo, porque esto también puede tener un efecto adverso para Estados Unidos.
Todos los latinoamericanos pueden haberse llevado la lección de que hay que empezar a buscar, más sistemáticamente, aliados políticos y económicos en otra parte, porque es muy volátil lo que puede pasar con EE.UU.
Una región que ya se estaba empezando a mover en dirección contraria, de hecho el principal socio comercial de la región es hoy China, no EE.UU., observa lo que pasa con Colombia este fin de semana y encuentra más razones para moverse.
A nosotros, como colombianos, nos cuesta mucho trabajo porque tenemos dos dificultades grandes.
Una, que EE.UU. es nuestro principal socio comercial. Eso no cambia de un día para otro.
Este proceso de diversificación requiere tiempo y estrategia y, sobre todo, de mucha cautela porque uno tampoco puede correr para sacar todos los huevos de una canasta y ponerlos en China, porque tampoco es un socio hiperconfiable.
Hay que tener mucho cuidado.
La otra cosa es que, comercialmente, hemos tenido muchos problemas porque nuestros dos socios principales eran Venezuela y Estados Unidos. Ya entonces tuvimos que hacer un proceso de diversificación y sustitución con Venezuela porque eso se fue al traste hace rato.
Lo logramos, pero nos tomó más de 20 años.
Ahora, que teníamos todas las esperanzas puestas en algún nivel de estabilidad comercial con EE.UU., nos toca empezar a hacer el mismo ejercicio.
Este domingo vimos a Petro muy contestatario, y es habitual, en X. ¿Cree que hay un Petro distinto en X al que hace políticas de puertas para adentro, quizás más conciliador? ¿Cuáles han sido las consecuencias de su lenguaje rebelde en redes?
No creo que haya dos Petros. Es siempre el mismo, que, al final, en unas ocasiones sí y en otras no, termina suavizando sus posiciones gracias a que sus funcionarios le convencen de que lo haga.
Sin embargo, después, Petro siempre termina diciendo que él tuvo la razón.
Esto va a volver a salir y generar otra crisis y Petro seguramente dirá que él tenía la razón y debieron resolverlo desde el comienzo de otra forma. Siempre pasa con él.
El problema es que las posiciones que tiene Petro en materia internacional son muy distintas a las que conoció este país en el pasado.
Nosotros nunca hemos tenido un gobierno de izquierda y esto que vemos es una clásica posición de izquierda: rebelada contra Israel y EE.UU.
Lo otro es que Petro, y lo dijo el embajador colombiano en EE.UU., tomó solo la decisión de devolver los aviones. No le preguntó a nadie.
Las decisiones en política exterior que pone Petro en X las expone solo. Lo hizo parecido con el caso de Israel y Gaza.
El problema de eso es que una parte de la institucionalidad de la política exterior sale corriendo a mirar redes sociales para ver lo que hace Petro y qué hace con eso.
Otra parte, y creo que es más el tono del servicio exterior, intenta hacer un poco de contrapeso porque sabe perfectamente el daño que eso produce.
Tengo la impresión de que Petro dice cosas y luego está poco interesado en cómo se convierten en política.
Suelta frases, textos, pero jamás se sienta a ver cómo eso se convirtió en política pública en un momento determinado. Eso crea un desorden grande al interior del gobierno.
Una vez usted escribió sobre por qué Colombia es tan parroquial, un país tradicionalmente poco dado a mirar hacia el exterior. Con Petro, como quizás pasaba con el expresidente Juan Manuel Santos, Colombia parece querer tener más que decir al mundo.
¿Qué herencia cree que dejará Petro en esta materia?
Creo que la gran herencia que pudo dejar Petro a la política exterior de este país, que es construir un proyecto de liderazgo regional, es algo que no quedará.
No creo que Colombia quede en un espacio en que los latinos busquen qué estamos haciendo para seguirnos la pauta o juntarse a nuestros esfuerzos internacionales.
Lo que sí pasará es que esto producirá un efecto pendular importante.
Colombia, a diferencia de muchos países latinoamericanos, no tiene una opinión pública particularmente crítica de EE.UU.
Es decir, esto [que ocurrió] puede lucir loable para la izquierda internacional, pero a los colombianos, en general, esto no les gusta. Nunca fuimos amigos de ser críticos y revisionistas del poder estadounidense en la región.
Creo que esto a Petro, a nivel doméstico, no le sirve.
Además, nos empuja políticamente a una dirección, que tampoco comparto, que es la de la derecha, en donde no solo no somos revisionistas, sino que además se defiende la política migratoria de Trump, que me parece indefendible.
Esto nos deja moviendo en dos extremos que me parecen igual de perniciosos.
El gran legado será un alto nivel de polarización en la política exterior que me parece nocivo.
¿Hay marcha atrás en la relación colombo-estadounidense tras este episodio?
Lo dudo. Creo que hoy EE.UU. tiene menos motivos para tratarnos con respeto.
Ya quedaron con la lección clarísima de que somos un buen candidato para torcer el brazo públicamente y que, digamos, es un escenario bien favorable para que ellos muestren de qué están hechos.
Terminamos mucho más sumisos de lo que estábamos anteriormente.
0 Comentarios